
El escenario electoral chileno para 2025 ha desplegado un abanico de figuras que representan no solo distintas visiones políticas, sino también tensiones sociales y expectativas ciudadanas encontradas. Desde la oficialización de candidaturas a mediados de año hasta las primeras semanas de noviembre, el país ha sido testigo de un pulso intenso entre cuatro aspirantes que han marcado el pulso del debate público.
José Antonio Kast, quien busca la presidencia por tercera vez, ha mantenido una estrategia centrada en temas de seguridad, migración y economía, dejando de lado los debates valóricos que marcaron sus campañas anteriores. Su campaña ha mostrado un alto nivel de apoyo en encuestas recientes, lo que lo posiciona como un actor relevante en la contienda. Sus seguidores valoran su discurso firme y pragmático, mientras que sus críticos advierten sobre la persistencia de un discurso polarizador que podría profundizar las divisiones sociales.
La candidata del sector progresista, Jeannette Jara, se ha presentado como una figura pragmática, consciente de las limitaciones para avanzar en reformas profundas. Su propuesta de un sueldo vital de $750 mil ha sido recibida con escepticismo, pero también con esperanza por quienes buscan un cambio social más equitativo. En su recorrido, ha tenido que negociar entre mantener banderas históricas de la izquierda y adaptarse a una realidad política que exige concesiones, lo que ha generado debates internos en su base electoral.
Evelyn Matthei, que fuera favorita en un comienzo, ha visto caer su apoyo a medida que avanzó la campaña. Su experiencia política, marcada por episodios conflictivos dentro de la derecha, la ha llevado a replantear su estrategia para intentar recuperar terreno. Su desafío es apelar a un electorado desencantado sin perder la identidad de su sector. La pregunta que persiste es si logrará encontrar ese momentum que la catapulte nuevamente a la primera línea.
Franco Parisi, líder del Partido de la Gente, se ha consolidado como un candidato que apela a quienes sienten que el sistema tradicional no los representa. Su discurso se centra en la crítica a la clase política y en la defensa de los endeudados, un sector que ha crecido significativamente en los últimos años. Sus seguidores lo ven como un héroe de los olvidados, mientras que sus detractores cuestionan la viabilidad y profundidad de sus propuestas.
Las regiones muestran reacciones diferenciadas: mientras en el norte la preocupación por seguridad y migración es predominante, en el sur se percibe mayor interés por temas sociales y medioambientales. “Los candidatos deben entender que Chile no es homogéneo, y sus propuestas deben reflejar esa diversidad”, señala un académico de la Universidad de Concepción.
Desde la sociedad civil, organizaciones de derechos humanos y grupos económicos han expresado tanto apoyo como reservas frente a las candidaturas, evidenciando la complejidad del momento político.
A casi tres meses del cierre de la campaña presidencial, la contienda ha dejado en claro que:
- Chile enfrenta un electorado fragmentado y polarizado, que demanda respuestas claras pero también pragmáticas.
- Las estrategias de campaña reflejan no solo posturas políticas, sino también intentos por conectar con sectores sociales diversos y a veces contradictorios.
- La estabilidad y gobernabilidad del país post-elecciones dependerán en gran medida de la capacidad de diálogo y construcción de consensos entre actores con visiones muy distintas.
Este escenario invita a una reflexión profunda sobre qué Chile se quiere construir y cómo las figuras en competencia pueden, o no, representar ese anhelo colectivo. La historia electoral de este año, con sus luces y sombras, es un espejo de las tensiones sociales y políticas que definen el presente y el futuro del país.