
En medio de una contienda electoral que promete ser una de las más disputadas en la historia reciente de Chile, Jeannette Jara emerge como la candidata oficialista con mayor carisma, pero también con una mochila llena de tensiones internas y contradicciones políticas. La disputa por el liderazgo en la izquierda no es solo un choque de nombres, sino un crisol donde se enfrentan generaciones, estilos y proyectos políticos que buscan definir el futuro del sector.
Desde su victoria en las primarias, Jara ha tenido que lidiar con la oposición abierta dentro del Partido Comunista, particularmente con figuras como Lautaro Carmona y Daniel Jadue, quienes, lejos de apoyar su candidatura, han cuestionado su estilo y sus ideas. Esta fractura interna, conocida coloquialmente como la batalla contra la "Norcorea" del partido —una referencia a las posturas más rígidas y ancladas en el pasado—, ha obligado a Jara a maniobrar con cautela, incluso considerando suspender su militancia para ampliar su base de apoyo más allá del PC.
Por otra parte, la campaña de Jara ha intentado construir un relato que conecte con sus orígenes humildes y su trayectoria de vida, desde El Cortijo hasta la universidad y la política. Este relato busca humanizarla y mostrar un liderazgo cercano, capaz de representar "el Chile real" que, según ella, desconoce la élite política y económica. Sin embargo, esta narrativa se enfrenta a un electorado que hoy tiene otras prioridades: delincuencia, economía e inmigración encabezan las preocupaciones ciudadanas, temas que la izquierda tradicionalmente ha abordado con menor énfasis.
Marcos Barraza, uno de sus más cercanos consejeros, ha señalado que Jara busca representar "el bloque más amplio desde la vuelta a la democracia", lo que refleja un intento consciente de superar las divisiones históricas y atraer a sectores más moderados o independientes. Sin embargo, la filtración anticipada de sus decisiones internas y las disputas públicas han erosionado parte de esa imagen de unidad.
En el plano personal, Jara combina un estilo pragmático y una imagen cuidada, con asesorías en imagen que buscan proyectar modernidad y dinamismo, en contraste con la percepción tradicional de la izquierda. Su capacidad para el diálogo, la tolerancia y la simpatía la posicionan bien en encuestas de habilidades blandas, pero estos atributos no necesariamente se traducen en un respaldo sólido frente a los desafíos estructurales que enfrenta su sector.
Desde el ala más crítica del PC, se cuestiona si esta transformación es suficiente para enfrentar un electorado que demanda respuestas contundentes en seguridad y economía, mientras que desde sectores más moderados se observa con cautela la capacidad de Jara para articular un programa que supere las tensiones internas y las expectativas sociales.
Un militante de base comenta: "Jeannette tiene carisma, pero la política de hoy no es solo carisma. La gente quiere soluciones, y ahí es donde la izquierda tiene que mostrar que está a la altura". Esta disonancia refleja la complejidad de un escenario donde la identidad política y las demandas ciudadanas parecen en tensión.
En conclusión, la candidatura de Jeannette Jara es un espejo de las transformaciones y contradicciones que atraviesa la izquierda chilena. Su recorrido muestra una líder que intenta equilibrar pragmatismo y principios, carisma y contenido, unidad y divergencia. La pregunta que queda es si este equilibrio será suficiente para conquistar un electorado que exige más que símbolos y relatos, y si la izquierda podrá reconciliar sus fracturas internas para ofrecer un proyecto coherente y convincente.
Las próximas semanas serán decisivas para ver si Jara logra capitalizar su capital político o si las tensiones internas y las demandas sociales la relegan a un segundo plano en la contienda electoral.