Un año ha pasado desde que Israel lanzó una amenaza sin precedentes: destruir la ciudad de Gaza si Hamás no aceptaba sus condiciones para un alto al fuego. El 22 de agosto de 2025, el ministro de Defensa israelí, Israel Katz, anunció planes militares para tomar el control total de Gaza, advirtiendo que "las puertas del infierno se abrirán sobre las cabezas de los asesinos y violadores de Hamás". Este anuncio marcó un punto de inflexión en el conflicto, encendiendo una nueva etapa de violencia que dejó profundas cicatrices y puso en evidencia las complejidades de una guerra que parecía no tener fin.
Desde el inicio, la postura israelí fue clara: la liberación de todos los rehenes y el desarme de Hamás eran condiciones innegociables. El despliegue de 60.000 reservistas y la operación bautizada "Carros de Gedeón II" evidenciaron la voluntad de Israel de aplicar una presión militar sin precedentes. Sin embargo, esta estrategia no solo intensificó el conflicto armado, sino que también provocó una crisis humanitaria de gran escala. La población civil de Gaza, atrapada en medio del fuego cruzado, sufrió desplazamientos masivos, escasez de recursos y un aumento alarmante en las víctimas.
La amenaza israelí fue recibida con condenas no solo de Hamás, sino también de países vecinos como Egipto, que acusaron a Israel de cerrar las puertas a cualquier posibilidad de diálogo. "Esta escalada solo profundiza el sufrimiento y aleja la paz", afirmó un portavoz egipcio en aquel entonces.
Dentro de Israel, la opinión pública se dividió. Algunos sectores apoyaron la mano dura como necesaria para garantizar la seguridad nacional y la liberación de rehenes. Otros, incluyendo voces dentro del propio gobierno y la sociedad civil, alertaron sobre los riesgos de una campaña que podría radicalizar aún más a la población palestina y aislar a Israel en la arena internacional.
Por su parte, la comunidad internacional, incluyendo Naciones Unidas y la Unión Europea, instó a ambas partes a retomar el diálogo, enfatizando la urgencia de proteger a los civiles y buscar una solución política sostenible.
Hoy, a un año de aquella amenaza, Gaza sigue marcada por la destrucción parcial de infraestructuras, un bloqueo que limita la recuperación económica y social, y una población que enfrenta la incertidumbre y la desesperanza. La operación militar no logró desarmar completamente a Hamás ni liberar a todos los rehenes, lo que pone en cuestión la eficacia de la estrategia bélica adoptada.
Además, el conflicto ha dejado claro que la cuestión de Gaza no puede resolverse únicamente con acciones militares. Las tensiones políticas, la fragmentación interna palestina, y la falta de un interlocutor único complican cualquier intento de negociación.
Para algunos analistas, la postura israelí reflejó una estrategia de máxima presión para forzar un cambio en Hamás, aunque a un costo humanitario y político elevado. Otros sostienen que la escalada militar profundizó las heridas históricas y reforzó la narrativa de victimización y resistencia palestina.
"El ciclo de violencia se perpetúa porque no se abordan las causas profundas del conflicto", señala un experto en relaciones internacionales de la Universidad de Tel Aviv.
En tanto, organizaciones de derechos humanos continúan denunciando violaciones durante el conflicto y exigen mayor protección para la población civil.
El episodio de la amenaza de destrucción total de Gaza por parte de Israel es un recordatorio brutal de la complejidad y la tragedia que envuelve al conflicto palestino-israelí. Las acciones militares, aunque contundentes, no han logrado resolver los problemas estructurales ni garantizar la seguridad ni para israelíes ni para palestinos.
La situación actual invita a reflexionar sobre la necesidad de enfoques más integrales, que incluyan la diplomacia, el respeto a los derechos humanos y la participación de actores regionales e internacionales para evitar que el ciclo de violencia se repita.
En este escenario, el lector queda como espectador de una tragedia que continúa desplegándose, con sus protagonistas enfrentados en un coliseo donde las consecuencias, aunque ajenas, pesan sobre todos.
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Fuentes: La Tercera (2025), Naciones Unidas, declaraciones oficiales de gobiernos regionales y análisis de expertos en Medio Oriente.