
Un temporal que no sorprendió, pero sí desgarró la cotidianidad de Santiago y su entorno. Desde comienzos de octubre, cuando los primeros pronósticos anticiparon un cambio drástico en el clima, hasta la última semana, la Región Metropolitana ha vivido un auténtico _coliseo_ meteorológico que enfrenta a la naturaleza con la infraestructura urbana, la gestión pública y la resiliencia ciudadana.
El 2 de octubre, se anunció un sistema frontal que traería lluvias intensas y descenso de temperaturas, con nieve en la cordillera. El 6 de noviembre, la Dirección Meteorológica de Chile (DMC) confirmó la llegada de fuertes vientos de entre 25 y 40 km/h acompañando tormentas eléctricas en Santiago y otras seis regiones. Durante agosto y junio, se reportaron ráfagas de viento que alcanzaron hasta 70 km/h, generando caídas de árboles y cortes masivos de luz.
El temporal dejó a la vista no solo la fuerza del viento y la lluvia, sino también las tensiones entre distintos actores:
- Vecinos y comunidades afectadas denunciaron la caída de árboles en comunas como Providencia, Peñalolén, y Maipú, que dañaron viviendas e infraestructura pública. 'El viento dobló un gomero en Manuel Montt, Providencia', reportó un testigo. La interrupción del suministro eléctrico afectó a más de 54 mil clientes solo en Santiago, según la Superintendencia de Electricidad y Combustibles (SEC).
- Autoridades locales y nacionales enfrentaron críticas por la gestión de emergencias. Mientras Senapred y el Ministerio del Interior reportaban puntos críticos con acumulación de agua y damnificados, la ciudadanía cuestionó la preparación y la rapidez en la respuesta. Algunos municipios destacaron la movilización de cuadrillas del Serviu y equipos municipales para mitigar daños.
- Expertos en meteorología y cambio climático señalaron que este tipo de eventos extremos se enmarca en un patrón creciente de fenómenos meteorológicos más severos y frecuentes, producto del calentamiento global y la alteración de sistemas atmosféricos.
El temporal no fue homogéneo en su impacto. Mientras sectores como San José de Maipo experimentaron temperaturas bajas y condiciones invernales, otras comunas urbanas sufrieron más por el viento y las interrupciones eléctricas. Las condiciones evidenciaron las brechas en infraestructura y capacidad de respuesta entre barrios acomodados y aquellos con menor inversión en servicios públicos.
- Más de 186 mil clientes sin suministro eléctrico a nivel nacional en momentos críticos.
- Cortes de clases en diversas regiones para proteger a estudiantes ante el temporal.
- Daños en viviendas y espacios públicos, con al menos 965 viviendas con daños menores y 71 con daños mayores reportados a nivel nacional.
Este episodio no solo expuso la vulnerabilidad de la capital y su entorno ante fenómenos climáticos extremos, sino que también puso en primer plano la urgencia de fortalecer la infraestructura urbana, mejorar los protocolos de emergencia y promover una cultura de prevención y adaptación.
'La frecuencia y severidad de estos eventos nos obligan a repensar cómo convivimos con el clima en nuestras ciudades', advierte un especialista en cambio climático.
Este temporal fue un _coliseo_ donde la naturaleza desplegó toda su fuerza y la sociedad mostró sus fortalezas y debilidades. La evidencia confirma que los fenómenos extremos ya no son excepcionales, y que la gestión pública, la planificación urbana y la conciencia ciudadana deben evolucionar para enfrentar un futuro donde el clima será un actor cada vez más disruptivo.
La pluralidad de voces —desde las comunidades afectadas hasta los expertos y autoridades— revela un país en tensión entre la urgencia de la acción y las limitaciones estructurales. La historia climática reciente de Santiago y la Región Metropolitana es un llamado a la reflexión profunda, más allá del ciclo inmediato de noticias, para entender que estos eventos son síntomas de un desafío mayor que Chile debe asumir con decisión y equidad.