
Un cambio en el corazón del Metro de Santiago ha puesto en jaque la rutina de miles de usuarios desde agosto pasado. La estación Baquedano, uno de los principales nodos de la red, enfrenta una transformación que no solo altera el flujo de pasajeros, sino que también pone en tensión distintas visiones sobre la planificación urbana y la experiencia ciudadana.
Desde el 26 de agosto de 2025, un pasillo clave de conexión entre las Líneas 1 y 5 permanece cerrado hasta marzo de 2026, como parte de las obras para la futura Línea 7 que unirá Renca con Vitacura. Esta intervención implica un rediseño temporal de los recorridos internos, con nuevas rutas señalizadas y presencia constante de personal para guiar a los usuarios.
El Metro ha defendido la medida como un paso indispensable para modernizar la red y aliviar la saturación que afecta a otras líneas. Pamela Barros, gerente de Operaciones de Metro de Santiago, afirmó que estas obras "fortalecerán la capacidad de nuestra red en uno de los puntos más concurridos de Santiago". La promesa es clara: una infraestructura más segura, eficiente y conectada para millones.
Sin embargo, la recepción ciudadana ha sido diversa. Para muchos usuarios, el cierre ha significado un aumento en los tiempos de viaje y una sensación de incomodidad ante la complejidad del nuevo flujo. “Se siente más lento y confuso, especialmente en horas punta”, comenta un pasajero habitual. Organizaciones sociales y expertos en movilidad urbana han señalado que la comunicación y gestión del cambio podrían haberse manejado con mayor anticipación y empatía hacia los usuarios.
Desde el espectro político, la medida ha generado debates que van más allá del transporte. Sectores de oposición critican la falta de participación ciudadana y la insuficiente planificación para mitigar el impacto en la vida diaria. Por otro lado, autoridades y partidos oficialistas destacan la necesidad de sacrificar comodidad temporal por beneficios futuros.
En el plano regional, la obra es vista como un avance para la integración metropolitana, pero también como un reflejo de las tensiones entre desarrollo urbano y calidad de vida. Expertos en urbanismo advierten que la gestión del espacio público debe considerar no solo la eficiencia técnica, sino también la experiencia humana y la equidad en el acceso.
Después de casi tres meses de implementación, se constata que la reconfiguración en Baquedano ha puesto en evidencia las dificultades de adaptar infraestructuras masivas en ciudades en crecimiento acelerado. La obra de la Línea 7 es un proyecto estratégico, pero su ejecución ha expuesto la fragilidad en la comunicación institucional y la resistencia ciudadana frente a cambios abruptos.
El balance es complejo: la obra avanza y la red se prepara para un salto cualitativo, pero la experiencia de los usuarios invita a repensar cómo se gestionan las transiciones en espacios tan sensibles. La tensión entre progreso y cotidianeidad sigue latente, recordándonos que las grandes transformaciones urbanas son también escenarios donde se enfrentan expectativas, demandas y realidades diversas.
Este episodio en Baquedano no es solo un cambio físico; es un espejo de las contradicciones y desafíos que enfrenta Santiago en su camino hacia una movilidad más integrada y sostenible.