
Un espejo roto de la economía familiar chilena. Un estudio conjunto de Criteria y Mercado Pago, publicado en agosto de 2025, reveló que apenas el 21% de los chilenos con ingresos propios ahorra de manera mensual. Esta cifra, lejos de ser un simple dato, desnuda profundas brechas sociales, culturales y económicas que han ido consolidándose en el país y que hoy limitan la capacidad de las familias para construir un colchón financiero que las proteja ante la incertidumbre.
El informe mostró que las mujeres y los segmentos socioeconómicos más bajos son los grupos con menor capacidad para acumular ahorros. Cerca del 42% de las mujeres y el 48% de los sectores más vulnerables no logran ahorrar regularmente. Este fenómeno no solo refleja la histórica brecha salarial y laboral, sino también la sobrecarga de responsabilidades domésticas y de cuidado que recaen en las mujeres, dificultando su autonomía económica.
Marco Silva, director de mercados y consumidores de Criteria, afirmó que “la mayoría de los encuestados privilegia métodos percibidos como seguros, simples y líquidos”, y que estos hallazgos son clave para orientar políticas públicas y soluciones financieras efectivas. La preferencia por la seguridad y la liquidez, sin embargo, se traduce en prácticas poco rentables que limitan la acumulación real de patrimonio.
Entre el 60% que mantiene ahorros fuera del sistema de pensiones, un 45% guarda su dinero “bajo el colchón”, es decir, sin buscar rentabilidad alguna. La cuenta corriente o vista es el producto más utilizado, priorizando la disponibilidad inmediata sobre cualquier ganancia financiera.
Esta elección revela una profunda desconfianza hacia los instrumentos financieros formales y una falta de educación financiera que persiste a pesar del avance tecnológico. Matías Spagui, director senior de Mercado Pago, señaló que “invertir o ahorrar es solo para algunos una barrera silenciosa. Hoy la tecnología permite derribarla, pero aún falta que las personas se sientan parte del sistema”.
Desde el mundo político, algunos sectores apuntan a la necesidad urgente de fortalecer la educación financiera desde la base, como herramienta para reducir la desigualdad estructural. Otros, en cambio, advierten que sin mejorar las condiciones laborales y salariales, cualquier esfuerzo será insuficiente.
En las comunidades afectadas, la sensación es ambivalente: por un lado, existe el deseo de mejorar la capacidad de ahorro, pero por otro, la realidad cotidiana de gastos imprevistos y la precariedad económica limitan cualquier posibilidad.
El ahorro es más que una cifra: es una señal de estabilidad, confianza y autonomía. El 21% de ahorro mensual sistemático en Chile no solo expone una economía familiar frágil, sino que también una sociedad que aún no logra superar las barreras de desigualdad y exclusión financiera.
La evidencia apunta a que la solución no es unívoca. Requiere combinar políticas públicas que impulsen la inclusión financiera con reformas laborales que mejoren la calidad y estabilidad del empleo, junto con una educación financiera que derribe mitos y fomente la confianza.
En definitiva, el desafío es construir un sistema donde ahorrar deje de ser un privilegio para transformarse en una práctica accesible para la mayoría, y donde el dinero guardado no se quede bajo el colchón, sino que se convierta en el cimiento de un futuro más seguro y equitativo.