Del "Canadá no está en venta" a la tregua fiscal: Las dos caras de la resistencia de Mark Carney frente a la doctrina Trump

Del
2025-07-10
  • El ascenso de Mark Carney como símbolo de la soberanía canadiense frente a la retórica proteccionista y anexionista de Donald Trump.
  • Una escalada de tensión que pasó de declaraciones firmes en la Casa Blanca a una compleja batalla de aranceles y contra-aranceles.
  • Un desenlace ambiguo: la retirada de un impuesto tecnológico clave, interpretado como una concesión estratégica que redefine los límites de la resistencia.

Inicio Contextualizado: El eco de una confrontación

Hace poco más de dos meses, el Primer Ministro de Canadá, Mark Carney, se erigía como el inesperado estandarte de la soberanía canadiense con una frase que resonó en la diplomacia internacional: "Canadá nunca estará en venta". Pronunciada en la Casa Blanca frente a un Donald Trump que coqueteaba con la idea de anexionar a su vecino del norte, la declaración consolidó la imagen de Carney como un guardián tecnócrata pero firme. Sin embargo, a fines de junio, el tablero geopolítico mostró una jugada distinta: Canadá rescindió un impuesto clave a los gigantes tecnológicos estadounidenses, una medida que la Casa Blanca no tardó en calificar como una capitulación. ¿Fue una concesión forzada o un movimiento estratégico? A más de 60 días del clímax de la tensión, los hechos permiten un análisis más profundo de una relación tan integrada como asimétrica.

Desarrollo Analítico: De la retórica a la realpolitik

La historia reciente de esta tensión comenzó con la llegada de Mark Carney al poder en marzo de 2025. Exgobernador de los bancos centrales de Canadá e Inglaterra, su perfil técnico contrastaba con el estilo de su predecesor, Justin Trudeau. Carney asumió en un momento crítico: Donald Trump, en su segundo mandato, había intensificado su guerra comercial, imponiendo aranceles y refiriéndose a Canadá como el potencial "estado número 51".

Carney capitalizó el descontento y el orgullo nacional. Su popularidad creció al proyectar una "confianza en la existencia de Canadá", como lo describió el académico Stephen Henighan. El punto de inflexión fue la reunión del 6 de mayo en Washington. Ante la insistencia de Trump sobre los beneficios de una anexión, la respuesta de Carney fue categórica y se convirtió en un símbolo de resistencia.

Pero la retórica se enfrentó pronto al peso de la economía. Estados Unidos es el destino del 75% de las exportaciones canadienses. La administración Trump había impuesto aranceles parciales del 25% sobre varios productos, y Canadá había respondido con gravámenes por 42.000 millones de dólares a bienes estadounidenses. La tensión escaló cuando Canadá se preparaba para implementar un impuesto sobre servicios digitales que afectaba a gigantes como Alphabet y Amazon. La reacción de Trump fue fulminante: suspendió las negociaciones comerciales.

El fin de semana del 28 y 29 de junio, la presión surtió efecto. El gobierno de Carney anunció la anulación del impuesto digital. Inmediatamente, la Casa Blanca proclamó victoria. "El primer ministro Carney y Canadá cedieron ante el presidente Trump", declaró su portavoz, Karoline Leavitt.

Perspectivas Contrastadas: ¿Derrota o pragmatismo?

La retirada del impuesto digital generó un debate con múltiples lecturas, lejos de una narrativa única de triunfo o fracaso.

  • La visión desde Washington: Para la administración Trump, el resultado validó su estrategia de máxima presión. La diplomacia transaccional, donde la amenaza arancelaria es una herramienta legítima de negociación, demostró ser efectiva. La narrativa oficial fue simple y directa: Estados Unidos defendió sus empresas y forzó a su socio comercial a retroceder.
  • La perspectiva canadiense: Para Canadá, la situación es más compleja. La firmeza inicial de Carney fue un bálsamo para el orgullo nacional y una necesaria demarcación de soberanía. Sin embargo, la dependencia económica imponía límites. Mantener el impuesto digital a costa de paralizar la totalidad de las negociaciones comerciales con su principal socio era un riesgo económico y político mayúsculo. La decisión puede interpretarse no como una rendición, sino como un sacrificio táctico para proteger intereses estratégicos mayores y reanudar el diálogo.
  • El análisis estructural: Expertos como Matías Pinto, exjefe económico de la embajada chilena en EE.UU., señalan que la política de Trump enfrenta sus propios límites institucionales, como fallos judiciales que cuestionan la legalidad de sus aranceles. Esto sugiere que el poder de Trump no es absoluto. Desde esta óptica, la jugada de Carney podría ser una retirada estratégica mientras el propio sistema estadounidense debate las herramientas del Ejecutivo. La concesión en el frente tecnológico permitió a Canadá reenfocar la negociación en áreas más críticas, como el acero, el aluminio y los productos agrícolas, que siguen bajo la amenaza de aranceles sectoriales.

Contexto y Estado Actual: Una tregua frágil

La relación entre Canadá y Estados Unidos siempre ha oscilado entre la integración profunda y la necesidad canadiense de afirmar su independencia. La retórica de Trump sobre el "estado 51" no es nueva, pero su agresividad económica le dio un filo inédito. La respuesta de Carney, inicialmente desafiante y luego pragmática, refleja este dilema histórico.

Actualmente, la crisis inmediata ha sido desactivada. Las negociaciones comerciales se han reanudado, pero la tensión subyacente no ha desaparecido. Los aranceles generales de Trump siguen vigentes a la espera de una larga batalla judicial en cortes estadounidenses, y la amenaza de gravámenes sectoriales persiste. La narrativa del "Guardián del Norte" se ha vuelto más compleja: Mark Carney ha demostrado ser tanto un defensor de la identidad nacional como un líder pragmático consciente de los límites del poder de su país. El conflicto no está cerrado; simplemente ha entrado en una nueva fase, una donde la realpolitik ha moderado, al menos por ahora, el fervor soberanista.

La historia ofrece una oportunidad única para analizar las tensiones entre el nacionalismo económico y la soberanía nacional a través de un conflicto diplomático con protagonistas claramente definidos. Permite examinar cómo la presión económica de una superpotencia moldea las relaciones internacionales y cómo una figura tecnocrática puede convertirse en un símbolo de resistencia política, revelando la evolución de una disputa desde lo comercial hacia una defensa de la identidad y la dignidad nacional.