
La segunda vuelta presidencial chilena se perfila como un escenario no solo de confrontación entre dos candidatos, sino como un coliseo donde se enfrentan narrativas, expectativas y el desafío de conectar con un electorado fragmentado y desencantado.
El 16 de noviembre de 2025, Jeannette Jara (Unidad por Chile) y José Antonio Kast (Partido Republicano) pasaron a balotaje tras obtener 26,85% y 23,92% de los votos, respectivamente, mientras Franco Parisi (Partido de la Gente) alcanzó un sorprendente 19,71%. Este último resultado sacudió el tablero político y puso en evidencia que un sector importante del electorado no se siente representado por las opciones tradicionales.
En una reunión con dirigentes oficialistas y en declaraciones públicas, Jara relativizó el peso del electorado de Parisi para la segunda vuelta. "En Chile nadie endosa los votos de una persona a otra. El desafío es poder llegar a la ciudadanía y estamos trabajando para eso", afirmó, desmarcándose de la idea de que el apoyo de Parisi se transfiera automáticamente a su candidatura.
Este enfoque reconoce la soberanía del votante, pero también revela la dificultad de construir coaliciones sólidas en un país donde la política se vive con creciente desconfianza. Jara admitió que "nos falta mucho conectar con la ciudadanía, que es lo que se llamaba el votante obligado, y Parisi lo interpretó muy bien", señalando que el electorado del economista refleja una demanda por soluciones concretas y prácticas, más que por ideologías tradicionales.
Paulina Vodanovic, presidenta del Partido Socialista, enfatizó que el voto a Parisi no responde a una adhesión ideológica sino a un voto pragmático. "Parisi propone cosas bastante sensatas en general, medidas importantes para la clase media, temas que a la gente le sirven", señaló, sugiriendo que la campaña oficialista debe adoptar un lenguaje y una estrategia más cercana a las necesidades reales de la ciudadanía.
Vodanovic criticó además la dependencia de las cúpulas políticas en las imágenes y discursos tradicionales. "Las fotos de las cúpulas con las manos arriba ya no van; lo que corresponde son las patitas en la calle", remarcó, llamando a un cambio de método para reconquistar a los votantes desencantados.
Por su parte, el secretario general del PS, Camilo Escalona, advirtió sobre los riesgos de un eventual triunfo de Kast, al que calificó como una amenaza para la democracia chilena. "Todavía no, porque podemos ganar. Si perdemos, veremos qué tipo de gobierno intenta hacer", dijo, recordando que en América Latina no es infrecuente que líderes electos instauren regímenes autoritarios.
Escalona también reconoció que el electorado de Parisi comparte en esencia demandas que el oficialismo debe atender: mejor distribución del ingreso y progreso más inclusivo. Sin embargo, subrayó que la voluntad ciudadana es individual y que no hay garantías de traspaso de votos.
El próximo 14 de diciembre, los más de 13 millones de electores decidirán el rumbo de Chile. En este proceso, la candidatura de Jara enfrenta el desafío de ampliar su base más allá del respaldo tradicional y de dialogar con quienes optaron por opciones emergentes como Parisi, que capitalizó el desencanto y la necesidad de soluciones pragmáticas.
Este escenario no solo pone en tensión a los candidatos, sino que invita a la reflexión sobre el sistema político chileno, la fragmentación social y la urgencia de reconectar con una ciudadanía que ya no se siente representada por las fórmulas clásicas. La política, en esta arena, se juega en la calle y en la autenticidad del compromiso con las demandas reales.
- El fenómeno Parisi no puede ser subestimado ni reducido a un simple voto transferible; es un síntoma de desafección y búsqueda de alternativas prácticas.
- La estrategia oficialista reconoce la necesidad de un cambio de lenguaje y acercamiento para no perder terreno ante la dispersión electoral.
- La polarización entre Jara y Kast se intensifica, pero la clave estará en cómo cada uno articule el diálogo con los sectores no convencionales.
- El electorado chileno demuestra una soberanía que desafía a los partidos tradicionales y exige respuestas concretas más allá de la retórica.
Este episodio electoral chileno ilustra la complejidad de un sistema democrático en evolución, donde la fragmentación y el desencanto conviven con la esperanza de un futuro político más inclusivo y representativo.