
Chile vivió el 16 de noviembre una jornada electoral que, lejos de despejar el horizonte político, dejó en evidencia la complejidad de un país dividido y la incertidumbre que acompaña a su futuro inmediato. Con un 26,8% de los votos, Jeannette Jara, exministra de Trabajo y militante comunista, obtuvo una victoria ajustada frente a José Antonio Kast, líder del Partido Republicano, que alcanzó un 23,9%. Ambos competirán en la segunda vuelta programada para el 14 de diciembre, mientras que Franco Parisi, con un inesperado 19,5%, se consolidó como el tercer actor de peso, con un electorado que se perfila como decisivo para el desenlace final.
La primera vuelta no solo confirmó la polarización entre izquierda y derecha, sino que también puso en evidencia la emergencia de una tercera fuerza que desafía los esquemas tradicionales. El Partido de la Gente y su candidato Parisi lograron un respaldo significativo, especialmente en regiones y sectores medios, que ni Jara ni Kast lograron captar plenamente. Este fenómeno ha obligado a ambos candidatos a repensar sus estrategias, intentando seducir a un electorado que, en palabras de analistas, busca “un trozo más grande de la torta” y que se muestra escéptico ante los discursos convencionales.
Para Jara, la victoria es agridulce. “Los desafíos son enormes”, reconoció tras conocerse los resultados, consciente de que su candidatura representa la continuidad del progresismo pero también la necesidad de ampliar su base para evitar la alternancia histórica que ha caracterizado a Chile desde 2006. Su apuesta incluye un ambicioso programa social, con propuestas como un ingreso vital de 750.000 pesos y un compromiso explícito con la seguridad ciudadana, un tema que ha dominado la agenda pública.
Sin embargo, voces críticas dentro del progresismo advierten que la cercanía con el gobierno de Boric, cuya popularidad ha fluctuado, puede ser un lastre. La distancia que Jara ha intentado marcar respecto al Ejecutivo se enfrenta a la realidad de un electorado que evalúa al oficialismo en su conjunto.
Kast, por su parte, obtuvo un resultado superior al esperado, consolidándose como la principal opción de la derecha y la ultraderecha. Su discurso, centrado en la seguridad, la migración y la crítica al “gobierno fracasado”, ha calado en un sector del electorado que demanda orden y cambios profundos. “Luego de seis años de violencia e ideología, millones de chilenos han decidido abrazar un proyecto de oposición”, declaró, buscando capitalizar el descontento.
No obstante, su historial y su defensa tácita de la dictadura siguen siendo un punto de fricción con amplios sectores del país. Además, aunque su partido logró avances en el Congreso, la falta de mayoría absoluta anticipa una gobernabilidad compleja que podría limitar su capacidad para implementar su agenda.
El fenómeno Parisi es quizás la mayor incógnita a resolver. Su electorado, que representa casi un quinto del padrón, se caracteriza por una mezcla de desencanto con las élites políticas tradicionales y una aspiración a la meritocracia y el esfuerzo individual. “Es difícil determinar quién es el votante de Parisi, pero representa algo real y concreto”, señala el análisis político de Néstor Aburto y Nibaldo Mosciatti.
Este sector no se identifica claramente con las propuestas de Jara ni con las de Kast, y su decisión en la segunda vuelta será crucial. Ambos candidatos han comenzado a buscar ese apoyo, conscientes de que sin él, la victoria será esquiva.
La elección de noviembre confirma un Chile en tensión, con un electorado fragmentado y una política que se mueve entre la polarización y la emergencia de nuevas fuerzas. La falta de mayoría clara en el Congreso anticipa un escenario de negociaciones complejas y posibles bloqueos legislativos. Además, el “péndulo chileno” que ha alternado gobiernos de distinto signo político desde 2006 se mantiene vigente, poniendo a prueba la capacidad de los contendores para construir consensos más allá de sus bases.
En definitiva, este balotaje no solo definirá quién ocupará La Moneda, sino que también será un test de la madurez política del país y de su capacidad para avanzar hacia una gobernabilidad estable en medio de desafíos sociales, económicos y culturales profundos.
Fuentes: Servicio Electoral de Chile (Servel), análisis de Néstor Aburto y Nibaldo Mosciatti, informes de BioBioChile, DW, El Mercurio, declaraciones públicas de Jeannette Jara y José Antonio Kast.