
Un giro en la forma de medir a la audiencia televisiva chilena ha comenzado a transformar el panorama mediático nacional. El lunes 18 de agosto de 2025, Kantar Ibope Media implementó una nueva metodología que suma la medición tradicional de la TV abierta con el consumo en cable, plataformas digitales y dispositivos móviles, abarcando un universo de 16,6 millones de personas a lo largo de las 16 regiones del país. Esta innovación no sólo amplía el espectro de análisis, sino que cambia el paradigma al pasar de porcentajes a valores absolutos, permitiendo conocer con precisión el número exacto de espectadores de cada contenido.
Desde la perspectiva de la industria, Ignacio Mirchak, Country Leader de Kantar Ibope Media Chile, destacó que "la forma en que consumimos contenido cambió radicalmente con la digitalización y la medición de audiencia también debía evolucionar". Este avance es visto como un paso crucial para optimizar la inversión publicitaria y mejorar la toma de decisiones estratégicas en programación y marketing.
Sin embargo, la recepción de esta transformación no ha estado exenta de debates. Por un lado, sectores tradicionales de la televisión abierta ven con preocupación la creciente fragmentación de audiencias y la competencia con plataformas digitales, que ahora quedan reflejadas con mayor claridad en las cifras. Por otro, expertos en medios digitales y jóvenes espectadores valoran esta medición más inclusiva, que reconoce el consumo en pantallas inteligentes y móviles, reflejando hábitos que hasta ahora permanecían invisibilizados.
En regiones, el nuevo sistema también ha puesto en evidencia diferencias significativas en patrones de consumo, desafiando la homogeneidad con la que se abordaba la audiencia nacional. Por ejemplo, en zonas rurales y del sur del país, el consumo por televisión abierta sigue siendo predominante, mientras que en grandes ciudades la migración hacia plataformas digitales es más marcada.
Desde una mirada ciudadana, diversos usuarios en redes sociales han expresado tanto entusiasmo por la mayor precisión en la medición como escepticismo respecto a cómo estas cifras influirán en la oferta de contenidos, temiendo una mayor concentración en formatos comerciales y menos diversidad cultural.
Finalmente, esta revolución en la medición del rating abre la puerta a una reflexión más profunda sobre el futuro de la televisión en Chile. El cambio no solo es técnico, sino cultural y económico. La industria se enfrenta al desafío de adaptarse a una audiencia más fragmentada y exigente, mientras los anunciantes buscan maximizar su impacto en un escenario más complejo.
En conclusión, la implementación de esta nueva metodología representa un punto de inflexión en la forma en que Chile entiende y valora su consumo mediático. Las verdades que emergen son claras: la audiencia ya no es un bloque homogéneo, las plataformas digitales han ganado terreno irreversible, y la televisión tradicional debe reinventarse para no quedar relegada. Las consecuencias, por ahora, son una mezcla de incertidumbre y oportunidad para todos los actores involucrados.