
Chile vive 2025 con una sensación paradójica: la tierra no se detiene, pero la sociedad parece oscilar entre la resignación y la alerta. Durante los primeros ocho meses del año, el Centro Sismológico Nacional (CSN) ha reportado una serie de movimientos sísmicos que, aunque en su mayoría de magnitud moderada —entre 2.5 y 5.6—, han sido constantes y profundos, ubicados en zonas como Socaire, Ollagüe, Calama y Valparaíso. Estos temblores, en su mayoría imperceptibles o con leves sacudidas, no han provocado daños materiales significativos ni víctimas, pero han activado un debate público que va más allá de la ciencia y la técnica.
Chile está ubicado en el límite convergente entre las placas Nazca y Sudamericana, un punto caliente del llamado Cinturón de Fuego del Pacífico, donde la actividad sísmica y volcánica es constante. Expertos recuerdan que esta condición geológica es la causa de que el país registre uno de los mayores índices de sismos en el mundo, incluyendo el terremoto más potente registrado, el de Valdivia en 1960, con magnitud 9.5.
Sin embargo, el ciclo actual de temblores profundos y moderados ha generado un sentimiento de inquietud en sectores ciudadanos y académicos, que alertan sobre la posibilidad de un gran terremoto en zonas consideradas "cargadas" o con acumulación de tensión tectónica.
Desde el ámbito científico, el CSN y Senapred han mantenido un discurso de calma y prevención, enfatizando la importancia de la preparación y la educación en gestión de riesgos. “Mantener informada a la población con datos verificados es clave para evitar pánicos innecesarios,” señala un vocero del CSN.
En contraste, algunas voces políticas han aprovechado el tema para cuestionar la inversión en infraestructura antisísmica y la gestión de emergencias, señalando deficiencias en la coordinación estatal y municipal. Por otro lado, organizaciones sociales y comunidades locales, especialmente en zonas rurales y periféricas, expresan preocupación por la falta de acceso a información clara y recursos para enfrentar emergencias.
Un punto de inflexión en este ciclo fue el taller realizado en Viña del Mar en abril de 2025, convocado por la OPS/OMS y apoyado por Canadá, que reunió a autoridades, comunicadores, bomberos y trabajadores de la salud para fortalecer la comunicación de riesgo ante emergencias como incendios forestales y sismos. “La comunicación efectiva no solo salva vidas, sino que empodera a las comunidades para ser protagonistas en la gestión del riesgo,” afirmó una representante de la OPS.
No obstante, la implementación de estas estrategias aún enfrenta desafíos en la práctica: la dispersión informativa, la desconfianza en autoridades y la brecha digital limitan su alcance.
Tras meses de monitoreo y análisis, se constata que:
- La actividad sísmica en Chile durante 2025 se mantiene dentro de los rangos históricos, sin grandes eventos destructivos.
- La preparación ciudadana ha mejorado, pero persisten brechas significativas en la comunicación y acceso a recursos, especialmente en zonas rurales y vulnerables.
- El debate público sobre gestión de riesgos refleja tensiones entre expectativas sociales, responsabilidades estatales y realidades técnicas.
Chile sigue siendo un país que debe convivir con la incertidumbre sísmica, pero también con la oportunidad de fortalecer sus sistemas de prevención y resiliencia. La tragedia ajena, el temblor que no sacude sino que recuerda, convoca a una reflexión profunda sobre cómo se construye la seguridad colectiva en un territorio marcado por la fuerza de la naturaleza.
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Fuentes: Centro Sismológico Nacional, Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (Senapred), Organización Panamericana de la Salud (OPS), La Tercera, El Comercio Perú.