
La obesidad en Chile se ha convertido en una crisis sanitaria y social que ya no puede ser ignorada. Según el informe Health at a Glance 2025 de la OCDE, el 30,7% de la población chilena presenta obesidad, cifra que supera en 10 puntos porcentuales el promedio del bloque y posiciona al país como líder en esta condición dentro de la organización. Esta realidad no es nueva, pero su aceleración en los últimos años ha encendido las alarmas entre expertos, autoridades y sectores sociales.
En 2023, la obesidad afectaba al 26,4% de los chilenos, lo que implica un aumento cercano a 4 puntos porcentuales en apenas dos años. Este crecimiento está estrechamente ligado a prácticas alimenticias poco saludables y a un aumento del sedentarismo, fenómenos que afectan no solo a adultos sino también a niños y adolescentes. La Encuesta Nacional de Actividad Física y Deporte 2024 reveló que solo un 26,4% de los menores entre 5 y 17 años alcanza los niveles mínimos recomendados de actividad física.
Este panorama se agrava con cifras de enfermedades asociadas: el 14% de la población chilena tiene diabetes, cifra que duplica el promedio de la OCDE. Las consecuencias en salud son devastadoras, aumentando el riesgo de cáncer, hígado graso, hipertensión y otras patologías crónicas.
El impacto económico es igualmente alarmante. Estimaciones del semanario The Economist calculan que el costo total de la obesidad en adultos alcanzó los US$ 3.600 millones en 2020, equivalentes al 16,13% del gasto total en salud y al 1,4% del PIB nominal. Este gasto se refleja en mayores licencias médicas, pérdidas de días laborales y una presión creciente sobre el sistema de salud.
Sin embargo, el problema no solo es económico ni sanitario, sino también cultural y social. “Estamos frente a una verdadera bomba de tiempo que afecta la calidad de vida de las personas y el desarrollo del país”, advierte un especialista en salud pública. La obesidad tiende a perpetuarse en ciclos familiares y sociales, afectando especialmente a sectores vulnerables.
Chile ha implementado medidas pioneras como la Ley de Alimentos con etiquetado frontal y restricciones a la publicidad dirigida a niños. Programas de alimentación escolar y campañas de promoción de actividad física también forman parte del arsenal estatal.
No obstante, estas políticas no han logrado revertir la tendencia al alza. Expertos coinciden en que la fragmentación de las intervenciones y la falta de un enfoque integral limitan su efectividad. Además, la baja adherencia a la actividad física y la persistencia de hábitos alimenticios poco saludables en la población joven evidencian que el cambio cultural es lento y complejo.
“Las políticas actuales son necesarias pero no suficientes; se requiere un enfoque multidimensional que involucre educación, urbanismo, regulación y apoyo social”, señala Juliana Kain, investigadora del INTA de la Universidad de Chile.
Desde sectores políticos, las posturas varían. Algunos enfatizan la responsabilidad individual y la necesidad de promover estilos de vida saludables desde el hogar y la escuela. Otros abogan por una mayor intervención estatal, incluyendo impuestos más altos a alimentos ultraprocesados y subsidios para alimentos frescos.
Las organizaciones sociales y ONGs reclaman mayor participación comunitaria y programas que consideren las desigualdades territoriales y socioeconómicas. En regiones con altos índices de pobreza, el acceso limitado a alimentos saludables y espacios para la actividad física agrava el problema.
La obesidad en Chile es un fenómeno estructural que afecta a un tercio de la población y que está lejos de desacelerarse. Sus consecuencias en salud pública y economía son significativas y ya visibles, con un costo social que trasciende los números.
El diagnóstico es claro: las políticas vigentes han sido insuficientes para contener esta epidemia. La evidencia apunta a la necesidad de enfoques integrales, que consideren factores culturales, sociales y económicos, y que comiencen desde etapas tempranas de la vida.
En definitiva, Chile enfrenta una encrucijada donde la salud de generaciones futuras está en juego. La obesidad no es solo un problema médico, sino un desafío social y político que requiere voluntad, innovación y compromiso colectivo para ser enfrentado con éxito.
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Fuentes: Informe Health at a Glance 2025 (OCDE), Encuesta Nacional de Actividad Física y Deporte 2024, The Economist, Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA), Ministerio de Salud de Chile.