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El 14 de noviembre de 2025, tras 204 días en órbita, tres astronautas chinos regresaron a la Tierra en una maniobra que, aunque exitosa, destapó una de las fragilidades más inquietantes de la exploración espacial moderna: la basura orbital.
La tripulación de la misión Shenzhou 20 —compuesta por el comandante Chen Dong y los novatos Chen Zhongrui y Wang Jie— se preparaba para retornar en su nave original. Sin embargo, una grieta en el cristal de la ventana de la cápsula de retorno, causada probablemente por un impacto de diminutos fragmentos de basura espacial, obligó a posponer el regreso.
Esta ventana agrietada, aunque aparentemente pequeña, no cumplía con los estrictos estándares de seguridad para un aterrizaje tripulado. La Agencia Espacial Tripulada de China decidió entonces un giro dramático: los astronautas abordaron la nave Shenzhou 21, recién llegada a la estación Tiangong, para regresar a la Tierra, mientras que la Shenzhou 20 dañada quedó en órbita para continuar con experimentos.
Este episodio muestra la tensión permanente entre la ambición tecnológica y las amenazas invisibles que acechan en el espacio cercano a nuestro planeta. La basura espacial, compuesta por fragmentos de satélites y cohetes desechados, viaja a velocidades que pueden superar los 7 kilómetros por segundo, transformándose en proyectiles capaces de causar daños críticos, incluso cuando son microscópicos.
Desde la perspectiva del programa espacial chino, este incidente fue una prueba de fuego que superaron con éxito. “Esta misión fue una verdadera prueba, y estamos orgullosos de haberla completado con éxito. La seguridad de los astronautas es una prioridad absoluta”, declaró Chen Dong tras aterrizar en el desierto de Gobi.
No obstante, las voces críticas y expertas en la materia advierten que este evento debe servir como una alarma global. Desde una mirada internacional, el problema de la basura espacial no reconoce fronteras ni banderas. Como recordó el astronauta europeo Tim Peake, quien en 2016 fotografió una ventana dañada en la Estación Espacial Internacional por un impacto similar, “la basura espacial es una amenaza creciente que requiere cooperación internacional urgente”.
En China, la respuesta ha sido reforzar las capacidades de blindaje y monitoreo en la estación Tiangong, que actualmente alberga a seis astronautas en rotación. La Shenzhou 22, próxima misión, se lanzará con suministros y equipo para continuar la operación de la estación, mientras se mantiene lista una nave de rescate para emergencias.
Desde el punto de vista geopolítico, este incidente también pone en evidencia el ascenso de China como potencia espacial autónoma, capaz de gestionar crisis complejas sin la ayuda de socios tradicionales como Rusia o Estados Unidos. La Tiangong podría convertirse en la única estación espacial tripulada operativa a finales de esta década, cuando se retire la Estación Espacial Internacional.
Finalmente, este episodio nos recuerda que la exploración espacial es una empresa humana llena de riesgos, donde la fragilidad de la vida humana se enfrenta constantemente a un entorno hostil y a factores imprevisibles. La basura espacial, hasta ahora una amenaza latente, se ha convertido en un actor protagonista que exige nuevas estrategias y acuerdos globales.
En conclusión, el exitoso regreso de los astronautas chinos no solo celebra un logro tecnológico, sino que también abre un debate urgente sobre la sostenibilidad de la actividad espacial y la seguridad de quienes se aventuran más allá de la atmósfera terrestre. La historia de la Shenzhou 20 es, en última instancia, una llamada a enfrentar los desafíos invisibles que acompañan la conquista del cosmos.
2025-11-11