
Una ola de calor que comenzó a manifestarse a principios de noviembre de 2025, y que se extendió con intensidad y duración inéditas en varias regiones del país, puso en jaque a comunidades, autoridades y sistemas de salud. Desde el 12 de noviembre, la Dirección Meteorológica de Chile emitió advertencias por altas temperaturas que alcanzaron máximas históricas de hasta 34°C en zonas de Coquimbo, Ñuble y Maule, extendiéndose hasta el 23 de noviembre en regiones como Maule, Ñuble y Bío Bío, donde se registraron temperaturas cercanas a 31°C.
La prolongada ola de calor en la Región de Aysén, que alcanzó hasta ocho días consecutivos con temperaturas elevadas, fue destacada como una de las más largas desde 1985, superando incluso eventos históricos de 2012 y 2008. Este fenómeno, asociado a una circulación ciclónica en superficie y un dorsal en altura, no solo alteró el clima sino que también puso en evidencia la vulnerabilidad social y sanitaria de las zonas afectadas.
Desde el Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (Senapred) se emitieron recomendaciones claras para mitigar los riesgos: hidratación constante, evitar comidas altas en calorías, cuidado especial a niños, adultos mayores y personas con enfermedades crónicas, y mantener ambientes interiores frescos. Sin embargo, la realidad en terreno expuso desafíos para la implementación efectiva de estas medidas, especialmente en sectores rurales y periféricos.
Desde la perspectiva gubernamental, el aviso meteorológico y las recomendaciones fueron un paso necesario hacia la prevención, pero no exento de críticas. Organizaciones sociales y expertos en salud pública han señalado que la respuesta estatal sigue siendo reactiva y limitada, sin planes robustos que consideren el aumento sostenido de estos episodios por el cambio climático.
“No basta con decirle a la gente que se hidrate o que evite el sol. Es imprescindible que existan políticas públicas que aseguren acceso al agua potable, espacios de sombra y atención médica oportuna, especialmente para los sectores más vulnerables”, afirmó la Dra. Marcela Rojas, especialista en salud ambiental.
Por otro lado, comunidades agrícolas y trabajadores del campo reportaron pérdidas productivas y dificultades para mantener sus actividades durante las jornadas de calor intenso. “El calor extremo no solo afecta a las personas, también a la tierra y a nuestras cosechas. Esto se traduce en menos ingresos y mayor precariedad,” comentó Juan Pérez, dirigente campesino de Ñuble.
En octubre, el Gran Premio de F1 en Singapur ya había puesto en alerta al mundo deportivo por las condiciones extremas de calor y humedad. La Federación Internacional del Automóvil (FIA) implementó innovaciones tecnológicas, como chalecos refrigerantes para pilotos, para enfrentar temperaturas que superaban los 50°C dentro de los monoplazas. Esta medida, aunque específica para un contexto deportivo, refleja la creciente necesidad de adaptaciones tecnológicas y organizacionales frente al calor extremo.
La ola de calor que afectó a Chile en noviembre de 2025 revela una realidad ineludible: el país está cada vez más expuesto a episodios climáticos extremos con impactos profundos en la salud, economía y tejido social.
Las advertencias meteorológicas y recomendaciones oficiales son indispensables, pero insuficientes si no se traducen en políticas públicas integrales que aborden la infraestructura, la equidad en el acceso a recursos y la educación para la prevención.
Además, la experiencia internacional subraya la urgencia de innovar y adaptarse en todos los ámbitos, desde el deporte hasta la agricultura y la salud pública.
Este episodio deja en evidencia que el calor extremo es una tragedia que no solo sufre el otro, sino que también desafía la capacidad de respuesta colectiva y la resiliencia de las comunidades chilenas. La pregunta que queda en el aire es si las lecciones aprendidas serán suficientes para evitar que la próxima ola de calor se convierta en una catástrofe mayor.
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Fuentes: Dirección Meteorológica de Chile, Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (Senapred), testimonios de comunidades afectadas, análisis de especialistas en salud ambiental y reportes internacionales de la FIA en el Gran Premio de F1 de Singapur.