
El pulso nuclear en la península coreana se intensifica. El 18 de noviembre de 2025, Pyongyang emitió una dura advertencia contra el reciente acuerdo entre Estados Unidos y Corea del Sur para desarrollar submarinos con propulsión nuclear. Este anuncio no solo es una nueva página en la ya compleja historia de la región, sino que también despliega ante el mundo un escenario donde las tensiones estratégicas amenazan con escalar hacia una carrera armamentista más peligrosa.
El pacto anunciado por el presidente surcoreano Lee Jae Myung contempla la construcción de buques con propulsión nuclear, una tecnología hasta ahora reservada a potencias militares consolidadas. Desde Washington, la alianza se presenta como un mecanismo para fortalecer la defensa en Asia-Pacífico frente a las amenazas percibidas, especialmente de Corea del Norte y China. Sin embargo, para Pyongyang, esta movida representa un "efecto dominó" que desatará una carrera armamentista descontrolada.
"La posesión de un submarino nuclear por parte de Corea del Sur es una maniobra estratégica para su propia militarización nuclear, que inevitablemente provocará un efecto dominó nuclear en la región y desencadenará una intensa carrera armamentista", sentenció la agencia estatal KCNA.
Desde el Gobierno surcoreano y Washington, la narrativa es clara: la iniciativa busca fortalecer la disuasión y estabilidad regional en un contexto de amenazas crecientes. Una fuente oficial estadounidense afirmó a medios internacionales que "la cooperación nuclear con Corea del Sur es un paso necesario para garantizar la seguridad colectiva y evitar que Corea del Norte imponga su voluntad por la fuerza".
Por otro lado, expertos en seguridad asiáticos advierten que esta estrategia podría ser contraproducente. La analista en defensa Mei Ling Tan, de Singapur, señala que "la militarización nuclear de Corea del Sur puede desencadenar una espiral de desconfianza y provocaciones que aumente la inestabilidad en la península".
En la región, voces ciudadanas y organizaciones pacifistas han expresado su preocupación. En Seúl, manifestantes convocaron a marchas que cuestionan la prioridad de invertir en armamento nuclear en lugar de en desarrollo social y diálogo diplomático.
La península coreana lleva décadas marcada por la división y la tensión entre el Norte y el Sur. Desde el armisticio de 1953, la ausencia de un tratado de paz formal ha dejado una frontera militarizada y una constante amenaza de conflicto. La proliferación nuclear ha sido un tema central: mientras Corea del Norte ha desarrollado armas nucleares en secreto y con sanciones internacionales, Corea del Sur ha dependido históricamente del paraguas nuclear estadounidense.
El nuevo acuerdo, que incluye la autorización para enriquecer uranio y reprocesar combustible nuclear gastado, marca un cambio significativo en esta dinámica, pues implica un avance hacia una capacidad nuclear autónoma para Seúl.
Este episodio confirma que la seguridad en Asia-Pacífico está entrando en una fase de mayor complejidad y riesgo. La apuesta de Corea del Sur y Estados Unidos por la militarización nuclear puede fortalecer la defensa a corto plazo, pero también abre la puerta a una escalada difícil de controlar.
Es innegable que Pyongyang utiliza esta situación para reforzar su narrativa de victimización y justificar su propio arsenal nuclear, mientras que Seúl busca afirmarse como potencia regional con respaldo estadounidense.
Lo cierto es que la región enfrenta un dilema clásico: la búsqueda de seguridad a través del armamento puede generar la inseguridad que se pretende evitar. En este juego de ajedrez estratégico, las piezas están en movimiento y el tablero puede cambiar rápidamente.
El desafío para los actores regionales y globales será encontrar vías de diálogo que permitan desactivar esta tensión creciente. La historia ha demostrado que la península coreana es un polvorín donde cada movimiento tiene consecuencias profundas y duraderas.
Mientras tanto, la comunidad internacional observa con atención, consciente de que el equilibrio en Asia-Pacífico no solo afecta a sus protagonistas directos, sino que también influye en la estabilidad global.
Este nuevo capítulo en la militarización nuclear de Corea del Sur y la reacción de Corea del Norte nos recuerda que las decisiones estratégicas, lejos de ser abstractas, tienen rostros, voces y destinos que se juegan en el terreno de la historia.
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Fuentes consultadas: Agencia KCNA (Corea del Norte), declaraciones oficiales del Gobierno de Corea del Sur y EE.UU., análisis de expertos en seguridad regional, cobertura internacional de La Tercera y medios especializados en Asia-Pacífico.