
Una huelga que no cesa y un país que observa con creciente preocupación. Desde el miércoles 12 de noviembre, 464 pilotos del Sindicato de Pilotos de Latam (SPL) mantienen una movilización que ha provocado la cancelación de más de 300 vuelos y afectado a más de 31 mil pasajeros. La disputa laboral, lejos de acercar posiciones, ha profundizado la fractura entre la aerolínea y sus trabajadores, dejando al descubierto un choque de voluntades que trasciende lo meramente contractual.
El paro comenzó el 12 de noviembre, cuando el SPL decidió paralizar sus funciones en rechazo a las condiciones propuestas en la negociación colectiva. Inicialmente, Latam reportó la cancelación de 173 vuelos hasta el 17 de noviembre, impactando a cerca de 20 mil pasajeros. Sin embargo, la extensión de la huelga hasta al menos el 22 de noviembre ha obligado a la empresa a ampliar las medidas, sumando 10 mil pasajeros adicionales afectados y cancelando vuelos hasta esa fecha.
La Dirección del Trabajo (DT) ha intensificado sus gestiones, convocando a ambas partes a mediaciones voluntarias, pero las conversaciones han quedado atrapadas en la intransigencia. Desde el SPL sostienen haber mostrado flexibilidad en sus demandas, mientras que Latam insiste en que, pese a su disposición al diálogo, no se ha alcanzado un acuerdo satisfactorio.
Desde la perspectiva sindical, "hemos sido flexibles en todo sentido, pero la empresa no ha ofrecido condiciones que reconozcan nuestro aporte y condiciones laborales dignas", declara un portavoz del SPL. En contraste, Latam argumenta que "hemos llevado adelante 11 negociaciones colectivas en los últimos 12 meses con más de 3.200 trabajadores, siempre logrando acuerdos; esta huelga es un caso particular donde no se ha podido conciliar".
En el plano político, la situación ha generado reacciones divididas. Algunos sectores de la oposición critican la falta de voluntad de la empresa para ceder, mientras que figuras del oficialismo subrayan la necesidad de respetar las reglas del mercado y la estabilidad empresarial.
El conflicto no solo afecta a los pasajeros directos, sino que tiene repercusiones en la conectividad aérea nacional e internacional, especialmente en regiones dependientes del transporte aéreo para el turismo y la economía local. Hoteles, agencias de viajes y pequeños comerciantes reportan pérdidas y cancelaciones, incrementando la tensión social en zonas como el sur y norte del país.
Tras una semana y media de huelga, queda claro que la ausencia de acuerdos no solo genera perjuicios económicos inmediatos, sino que también erosiona la confianza entre trabajadores y empresa. La prolongación del conflicto pone en evidencia la fragilidad de los mecanismos actuales de negociación colectiva en sectores estratégicos.
La crisis invita a reflexionar sobre la necesidad de modelos más flexibles y colaborativos que permitan anticipar y resolver conflictos antes de que se transformen en paros prolongados. Asimismo, la mediación estatal, aunque activa, enfrenta límites cuando las partes mantienen posturas rígidas y discursos contrapuestos.
En definitiva, esta huelga de Latam es un espejo donde se refleja la tensión entre derechos laborales, viabilidad empresarial y bienestar social, un equilibrio delicado que Chile deberá aprender a manejar con mayor eficacia para evitar que tragedias similares vuelvan a paralizar al país.