El auge de la comida callejera en Ciudad de México: tradición, modernidad y resistencia en cada bocado

El auge de la comida callejera en Ciudad de México: tradición, modernidad y resistencia en cada bocado
Vida y Estilo
Sociedad y cultura
2025-11-19
Fuentes
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- Tradición culinaria que resiste décadas en la capital mexicana.

- Innovación y adaptación frente a nuevas tendencias de consumo.

- Conflictos sociales y económicos detrás de los puestos callejeros.

Ciudad de México despierta con el aroma inconfundible de sus puestos callejeros, donde la historia y la modernidad se mezclan en cada bocado. Desde hace décadas, las guajolotas, tamales, quesadillas y flautas forman parte del paisaje matutino de la capital. Estos puestos, que muchas veces se instalan desde las 6 de la mañana y desaparecen al mediodía, no solo ofrecen alimento, sino que son espacios de encuentro social y resistencia cultural.

En la esquina de una calle cualquiera, una señora prepara con destreza las guajolotas, esas tortas de tamal que para algunos son “masa dentro de masa”, y para otros, un festín de texturas y sabores. “Una buena guajolota necesita un tamal rico”, asegura una clienta habitual, mientras observa cómo fríen el tamal para darle ese toque crujiente que distingue a uno de los puestos más populares del Mercado de La Postal.

Pero la comida callejera no es solo tradición; es también un reflejo de la transformación social y económica de la ciudad. La llegada de zonas fitness y la creciente demanda por opciones saludables han impulsado la aparición de juguerías itinerantes y puestos que ofrecen licuados con suplementos proteicos, como la Juguería Caro en la Condesa. “La Condesa se ha convertido en una zona fitness, por eso pensé en ofrecer suplementos,” cuenta Caro, quien tomó las riendas del negocio familiar a los 18 años y ha sabido adaptarse a los nuevos gustos sin perder la esencia.

Este fenómeno de adaptación convive con la tradición más arraigada y con la informalidad que caracteriza a estos espacios. Los puestos callejeros se ubican mayormente en zonas de ingreso medio, cerca de hogares, oficinas y estaciones de transporte, consolidándose como una forma de seguridad alimentaria para miles de capitalinos. Un estudio de la Universidad Estatal de Arizona reveló que la diversidad gastronómica en la calle es más amplia y nutritiva de lo que comúnmente se piensa.

Sin embargo, no todo es armonía en este ecosistema. La informalidad genera tensiones con las autoridades y comerciantes formales, y la precariedad laboral de los vendedores es una realidad ineludible. Además, la competencia se ha intensificado con la irrupción de influencers y el marketing digital, que pueden catapultar la fama de un puesto, como ocurrió con La Flauta, en el Casco de Santo Tomás. “Los dueños que juegan bien el juego digital ven cómo su fama explota,” señala un experto en gastronomía urbana.

Las voces ciudadanas reflejan esta dualidad. Mientras algunos celebran la accesibilidad y autenticidad de la comida callejera, otros advierten sobre los riesgos para la salud y la saturación de espacios públicos. En este debate, la comida callejera se convierte en un espejo donde se reflejan las tensiones de una ciudad que busca equilibrar tradición, modernidad y derechos.

Verdades y consecuencias que emergen con claridad tras analizar este fenómeno son varias: la comida callejera en Ciudad de México es un patrimonio cultural vivo que se reinventa, un motor económico para miles y un espacio social imprescindible. Sin embargo, su futuro depende de políticas públicas que reconozcan su valor y regulaciones que garanticen condiciones dignas para quienes la sostienen.

En definitiva, la historia de los puestos callejeros es la historia de una ciudad que no renuncia a su sabor ni a su gente, un coliseo cotidiano donde tradición y cambio libran su batalla diaria, y el espectador somos todos quienes disfrutamos, cuestionamos y entendemos el significado de cada bocado.