
Chile vivió un segundo trimestre de 2025 que sorprendió a más de un analista. El Producto Interno Bruto (PIB) creció un 3,1% interanual entre abril y junio, superando la mayoría de las expectativas que rondaban el 2,9%. Este repunte se explica principalmente por una fuerte alza en la inversión, especialmente en maquinaria y equipo vinculados a la minería y la energía, sectores que han acaparado la atención pública y política en los últimos meses.
La Formación Bruta de Capital Fijo aumentó un 5,6% interanual, el salto más alto en tres años, con un énfasis claro en equipos de transporte y maquinaria industrial. La minería y la energía no solo impulsaron el crecimiento, sino que también marcaron el debate sobre la calidad y la sostenibilidad de este dinamismo económico.
“El crecimiento mayor a lo esperado proviene sobre todo de la mayor inversión, que viene principalmente del sector minería y energía”, explica Isidora Undurraga, economista de Bci. Sin embargo, advierte que este impulso también se debe a una baja base de comparación del año anterior, lo que relativiza la magnitud del avance.
Por su parte, Valentina Apablaza, economista del OCEC-UDP, destaca que “a nivel sectorial, el crecimiento refleja una corrección al alza en agropecuaria, silvicultura y comercio, pero también una demanda interna revisada al alza, impulsada por consumo de hogares”. Esta mirada amplía el foco más allá de la minería, apuntando a un crecimiento más diversificado.
El economista Diego Pereira, de JPMorgan, aporta una visión más cautelosa: “Prevemos una desaceleración en la segunda mitad de 2025, con un crecimiento no minero por debajo de su potencial y una ralentización hasta un ritmo anualizado del 1,4%.” Esta perspectiva subraya la incertidumbre que persiste tras la euforia inicial.
Nathan Pincheira, economista jefe de Fynsa, coincide en que “el mejor desempeño de la inversión está mayormente motivado por acumulación de inventarios, lo que no garantiza continuidad en el crecimiento”. Además, señala que indicadores como el empleo y el crédito siguen mostrando debilidad, lo que limita el impacto positivo en la economía real.
Rodrigo Montero, decano de la Facultad de Administración y Negocios de la Universidad Autónoma, resalta el valor de la inversión para el mediano y largo plazo: “Este crecimiento por sobre las expectativas se explica por un mayor dinamismo de la inversión, lo cual es una buena noticia para la economía más allá del corto plazo.”
El consumo de los hogares creció un 3,1%, con aumentos en bienes no durables, servicios y bienes durables, especialmente tecnología. También el consumo público se expandió un 2,6%, principalmente en servicios de salud.
Este comportamiento apunta a una demanda interna que, aunque vigorosa, no logra disipar completamente las dudas sobre la capacidad del país para sostener este ritmo sin reformas estructurales profundas.
La economía chilena mostró un vigor inesperado, pero la lectura con distancia temporal revela una historia más compleja. El crecimiento está fuertemente ligado a sectores específicos —minería y energía— y a factores coyunturales como bases bajas de comparación y acumulación de inventarios.
Las voces expertas coinciden en que, aunque la cifra de 3,1% es alentadora, “no es un crecimiento generalizado ni sostenible sin cambios estructurales”, como señala Undurraga. La desaceleración ya asoma en indicadores desestacionalizados, y la economía enfrenta el desafío de diversificar su motor y fortalecer el empleo y el crédito para consolidar un desarrollo más equilibrado.
En definitiva, Chile está ante un desafío que trasciende los números trimestrales: aprovechar este impulso para transformar la estructura productiva y evitar la dependencia de sectores volátiles. La disputa está abierta, y el desenlace dependerá de las decisiones políticas y económicas que se tomen en los próximos meses.