El Costo del Meme: La Tragedia de Elizabeth Ogaz y el Espejo Roto de la Cultura Viral Chilena

El Costo del Meme: La Tragedia de Elizabeth Ogaz y el Espejo Roto de la Cultura Viral Chilena
2025-07-10

- La muerte de Elizabeth Ogaz, la mujer tras el meme de “la vístima”, trasciende la anécdota para convertirse en un caso de estudio sobre la fragilidad humana frente a la viralidad.

- El fenómeno expone la mecánica de los medios y redes sociales: la extracción de valor económico y de entretención a partir de la espontaneidad de ciudadanos comunes, a menudo sin su consentimiento pleno o compensación justa.

- Su historia obliga a una reflexión colectiva sobre el consumo mediático: ¿dónde termina el humor popular y dónde empieza el clasismo y la humillación digital?

El Contexto: Más Allá del Adiós a un Ícono Pop

A más de dos meses de su fallecimiento, la conmoción inicial por la muerte de Elizabeth Ogaz ha dado paso a un silencio incómodo, uno que resuena con preguntas sobre nuestra cultura digital. Ogaz, la mujer de La Calera que en 2019 se convirtió en un fenómeno nacional por su frase “se hace la vístima”, no fue solo la protagonista de un meme. Su vida y su trágico final funcionan como un espejo que nos devuelve una imagen cruda de cómo la sociedad chilena crea, consume y descarta a sus íconos virales.

Su muerte, el 14 de abril a los 61 años por una septicemia derivada de su diabetes, cerró un ciclo que comenzó con una risa masiva y terminó en una reflexión tardía. La historia de Ogaz no es un hecho aislado, sino el síntoma de una dinámica cultural más amplia que merece ser analizada con la distancia que el tiempo otorga.

Desarrollo Analítico: De la Pantalla a la Tragedia

El origen del fenómeno fue un despacho televisivo del matinal Bienvenidos de Canal 13. En medio del escándalo mediático que involucraba al expresidente de la ANFP, Sergio Jadue, la opinión de una vecina se transformó en contenido de alto impacto. La particular pronunciación de Ogaz fue el detonante. En cuestión de horas, “la vístima” dejó de ser una simple frase para convertirse en un producto cultural: remixes musicales, poleras, e incluso una fonda con su nombre para Fiestas Patrias.

Elizabeth Ogaz fue invitada a programas, entrevistada y, en apariencia, abrazó su fama con humor. Sin embargo, esta narrativa oculta una asimetría de poder fundamental. ¿Tuvo realmente la opción de negarse? ¿Fue justamente compensada por el valor que su imagen generó para medios y marcas? Su historia se inscribe en una larga tradición de los matinales chilenos de convertir a ciudadanos comunes en espectáculos momentáneos, a menudo a través de la burla sutil o directa, como lo demuestran las recurrentes denuncias ante el Consejo Nacional de Televisión (CNTV) por el trato de periodistas a entrevistados en la calle. La línea entre el reporteo ciudadano y el escarnio público es peligrosamente delgada.

Las consecuencias de esta exposición masiva son difíciles de cuantificar. La fama viral es una jaula sin barrotes visibles. Para Ogaz, significó ser reducida a una caricatura, una identidad pública que eclipsó a la persona, con sus complejidades, su vida y sus problemas de salud, que finalmente resultaron fatales.

Perspectivas Contrastadas: ¿Humor Inocente o Violencia Simbólica?

El debate que su muerte reavivó presenta al menos tres enfoques:

  1. La Cultura Popular como Válvula de Escape: Desde esta perspectiva, el meme de “la vístima” es visto como una expresión genuina e inofensiva del ingenio popular chileno. Un juego con el lenguaje que no buscaba dañar, sino generar una complicidad humorística a nivel nacional. Quienes defienden esta visión argumentan que la propia Ogaz participó y se benefició de la atención, transformando un momento casual en una oportunidad.
  1. El Clasismo como Motor del Meme: Una visión más crítica apunta a que la viralidad de la frase no se basó solo en el error de pronunciación, sino en un sustrato de clasismo. La risa, en este caso, se dirigía hacia una mujer de origen popular, cuya forma de hablar fue motivo de mofa. Este enfoque sostiene que el fenómeno es un acto de violencia simbólica, donde un grupo socialmente dominante se ríe de los marcadores culturales de otro, perpetuando estereotipos y prejuicios.
  1. La Responsabilidad de la Industria Mediática: Un tercer ángulo pone el foco en la responsabilidad ética de los medios de comunicación y las plataformas digitales. Estos actores actúan como intermediarios que monetizan la atención generada por personas como Elizabeth Ogaz. El debate aquí es si existe un deber de cuidado hacia los individuos que son catapultados a la fama de manera involuntaria. Casos internacionales, como el de influencers que realizan “retos” humillantes a personas vulnerables por clics, o el desarrollo de inteligencias artificiales sin barreras éticas, muestran los extremos de una lógica extractivista que también operó, de forma más sutil, en el caso de Ogaz.

Contexto Estructural: El “Chaqueteo” en la Era Digital

La historia de Elizabeth Ogaz no es nueva en su esencia, pero sí en su escala y velocidad. Se enmarca en la tradición de la farándula y el fenómeno del “chaqueteo”, esa práctica cultural chilena de socavar el éxito o la notoriedad ajena. La diferencia es que la era digital ha industrializado este proceso. Ya no se necesita un programa de televisión para mantener viva la burla; los memes, stickers y videos aseguran su reproducción infinita y descentralizada.

El resurgimiento de la farándula, analizado por diversos medios, demuestra que existe un apetito constante por el “placer culpable” de observar vidas ajenas. El caso de Ogaz representa la versión más precaria de esta dinámica: la de la celebridad no consentida, la figura pública sin el capital social o económico para gestionar su propia narrativa.

Estado Actual: Una Herida Abierta en la Conciencia Digital

El tema no está cerrado. La muerte de Elizabeth Ogaz dejó una cicatriz en la cultura pop chilena y sembró una disonancia cognitiva constructiva. Muchos de quienes compartieron el meme con ligereza se vieron forzados a confrontar a la persona detrás de la frase y el costo real de su fama.

Su historia nos interpela directamente como sociedad y como consumidores de contenido. Nos obliga a preguntarnos por nuestra propia participación en este ciclo de viralización. ¿Somos meros espectadores o cómplices activos? ¿Qué responsabilidad tenemos al dar “me gusta”, compartir o reírnos de un meme cuyo origen es la exposición, a menudo no solicitada, de una persona real? La tragedia de “la vístima” es, en última instancia, una lección sobre la empatía en un mundo que nos empuja a consumir personas como si fueran contenido efímero.

La historia presenta una narrativa completa con un arco temporal definido: el origen de un fenómeno viral, sus consecuencias a largo plazo en la vida de un individuo y un cierre trágico que invita a la reflexión. Permite un análisis profundo sobre el impacto del ciberacoso, la ética de la cultura de los memes y la responsabilidad colectiva en la era digital. El tema ha madurado lo suficiente para trascender la noticia inmediata y convertirse en un caso de estudio sobre la fragilidad humana frente a la fama anónima y la crueldad viral.