
Desde el fin de su mandato presidencial en enero de 2025, Donald Trump ha reconfigurado su rol en el escenario económico global, pasando de jefe de Estado a un actor empresarial con un estilo que mezcla el poder político con la gestión corporativa. El 16 de agosto de 2025, Diario Financiero publicó un análisis detallado sobre esta transformación, evidenciando cómo Trump ha extendido su influencia más allá de la política pública tradicional.
Trump no se ha retirado del centro del poder; al contrario, ha adoptado un modelo de intervención directa en el sector privado estadounidense. Su administración, hasta el término del mandato, impulsó medidas proteccionistas que no solo buscaban favorecer la manufactura local mediante aranceles, sino que condicionaban beneficios a inversiones y acuerdos específicos con empresas. Esto marcó un giro hacia un capitalismo estatal de corte sui generis, donde el Estado negocia individualmente con grandes corporaciones, una práctica poco común en economías liberales tradicionales.
La presión ejercida sobre gigantes como Walmart, Goldman Sachs, Apple, Intel y Nvidia ha sido pública y sin tapujos. “Le dije (a Jensen Huang, CEO de Nvidia): ‘Quiero el 20% si voy a aprobar esto para ti’... Para el país, para nuestro país”, confesó Trump, revelando un acuerdo cuestionado por expertos y exfuncionarios. La Ley de Reforma del Control de Exportaciones de 2018 prohíbe expresamente cobrar tarifas por licencias de exportación, lo que pone en entredicho la legalidad de estos acuerdos.
Expertos en economía y comercio internacional han levantado alertas. Olivier Blanchard, execonomista jefe del FMI, calificó estas prácticas como “interesantes y aterradoras”, señalando el riesgo de un mundo sin normas claras donde el Estado negocia con cada empresa sin un marco de bienestar social definido.
Por su parte, Chris Padilla, exfuncionario del Departamento de Comercio de EE.UU., denunció el uso de controles de exportación para “extraer pagos de parte de las empresas”, una práctica que podría erosionar la confianza y la transparencia en los mercados.
Sin embargo, en ciertos sectores conservadores y libertarios, estas acciones han sido vistas como un retorno pragmático a la defensa de la industria nacional y la soberanía económica, alineándose con líderes como Javier Milei en América Latina, que promueven una revisión del rol del Estado en la economía.
La influencia de esta transición no se limita a Estados Unidos. En América Latina, la estrategia de Trump ha generado debates sobre la viabilidad y riesgos del intervencionismo estatal en economías abiertas. Para Chile, país altamente dependiente de exportaciones tecnológicas y materias primas, la incertidumbre sobre futuros acuerdos y barreras comerciales ha provocado reacciones encontradas entre sectores empresariales y académicos.
“La historia enseña que la mezcla de política y negocios al estilo Trump puede distorsionar el mercado, aumentar la corrupción y frenar la innovación”, advierte un economista chileno consultado para este análisis.
El caso Trump-CEO ha dejado en evidencia un modelo híbrido entre el Estado y el mercado que desafía la ortodoxia capitalista tradicional. La negociación directa y personalizada con las empresas, lejos de la competencia abierta, puede generar ventajas para algunos actores pero también riesgos sistémicos: distorsión económica, pérdida de transparencia y debilitamiento del marco regulatorio.
Este fenómeno obliga a repensar las relaciones entre gobiernos y sector privado, no solo en EE.UU., sino en economías interconectadas como la chilena. La pregunta que queda pendiente es si este modelo se consolidará y qué implicancias tendrá para la gobernanza global y las reglas del comercio internacional.
En definitiva, Trump no solo dejó la Casa Blanca, sino que inauguró un nuevo capítulo en la interacción entre poder político y empresarial, un coliseo donde las reglas se escriben en tiempo real y el espectador debe mirar con atención para comprender las consecuencias que se desplegarán en los próximos años.
2025-11-12
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