
Un escenario de tensiones y expectativas encontradas se ha ido configurando en el tablero político chileno a semanas de las elecciones parlamentarias de noviembre de 2025. Una encuesta realizada por Descifra en agosto pasado reveló que un 44% de la opinión pública considera que el bloque Frente Amplio-Partido Comunista (FA-PC) será el más intransigente y menos dispuesto a negociar si queda en la oposición. Esta percepción no solo marca un desafío para la dinámica parlamentaria, sino que también refleja las fracturas profundas en la confianza ciudadana hacia los actores políticos que prometen representar sus intereses.
El 62% de los consultados en la misma encuesta manifestó su preferencia porque el próximo Presidente cuente con mayoría oficialista en ambas cámaras para llevar adelante su programa. Esta cifra contrasta con el 33% que apuesta por un contrapeso parlamentario que obligue a consensuar, y un pequeño 5% que no se pronunció.
Desde la perspectiva oficialista, esta mayoría es vista como una condición necesaria para evitar bloqueos legislativos y garantizar la estabilidad del gobierno. “Sin una mayoría clara, la gobernabilidad se vuelve un juego de suma cero donde la parálisis es la regla,” argumentan desde sectores de centro-derecha.
En cambio, voces críticas advierten que una mayoría oficialista sin contrapesos puede derivar en decisiones unilaterales y erosión del debate democrático. “El equilibrio de poderes es fundamental para evitar el autoritarismo de las mayorías,” señalan desde organizaciones civiles y algunos sectores de izquierda moderada.
La percepción de intransigencia atribuida al FA-PC no es un fenómeno nuevo, pero ha cobrado fuerza en el actual ciclo electoral. Desde ese bloque, se argumenta que su postura firme responde a la necesidad de defender agendas sociales y económicas que consideran urgentes y no negociables.
“Nuestra intransigencia no es capricho, sino la consecuencia de años de demandas sociales ignoradas,” sostienen dirigentes del FA-PC, quienes advierten que la negociación no puede significar renunciar a los principios que los llevaron a la política.
Por otro lado, sectores políticos tradicionales y algunos analistas ven esta postura como un obstáculo para acuerdos necesarios en un Congreso fragmentado. “El FA-PC corre el riesgo de aislarse y convertirse en un actor testimonial si no flexibiliza su posición,” advierte un politólogo cercano a la centroizquierda.
Paralelamente, la encuesta Descifra reflejó que un 37% de la ciudadanía atribuye a la persistencia de problemas en la educación escolar el resurgimiento de protestas estudiantiles en varios colegios. Esta cifra supera a quienes creen que grupos radicales o intereses políticos están detrás de las movilizaciones.
Este dato pone en evidencia que, más allá de las disputas parlamentarias, existen demandas sociales que continúan sin respuestas claras. La educación, en particular, aparece como un campo de batalla donde se reflejan las frustraciones acumuladas.
Desde regiones, la percepción sobre el FA-PC y la gobernabilidad varía, pero la demanda por soluciones concretas a problemas sociales es transversal. Líderes comunitarios y organizaciones sociales expresan preocupación por la polarización política que podría alejar a los parlamentarios de las urgencias locales.
“Nos preocupa que la política se transforme en un espectáculo de confrontación y no en un espacio para resolver las necesidades de la gente,” afirma una dirigente social de la Región del Biobío.
La encuesta Descifra y la evolución del escenario político chileno configuran una realidad donde la polarización y la desconfianza condicionan la capacidad de diálogo y negociación. La mayoría ciudadana prefiere una mayoría oficialista para evitar bloqueos, pero también identifica al FA-PC como un actor que podría dificultar acuerdos desde la oposición.
El resurgimiento de protestas estudiantiles refuerza la idea de que, mientras los actores políticos se enfrentan en el Congreso, las demandas sociales siguen sin ser plenamente atendidas.
Este cuadro obliga a repensar no solo las estrategias partidarias, sino también la forma en que se construye la política en Chile: ¿será posible encontrar un equilibrio entre firmeza y flexibilidad? ¿O la intransigencia se convertirá en la norma que profundice la fragmentación?
Lo cierto es que, para los ciudadanos que observan desde la tribuna, el espectáculo político de 2025 promete ser un desafío para la democracia y una prueba para la madurez cívica del país.
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Fuentes: Encuesta Descifra (Copesa y Artool), agosto 2025; análisis de politólogos y voces sociales regionales.