
El poder de creer se presenta hoy no solo como un concepto motivacional, sino como un fenómeno que ha madurado en las últimas décadas con evidencias que cruzan la psicología, la neurociencia y la experiencia vital. El libro homónimo de la psicóloga María Paz Blanco, publicado este 2025, ha generado un debate profundo sobre cómo la fe, entendida en sentido amplio, puede ser un motor para el bienestar y la resiliencia personal.
Blanco advierte que 'el creer no es un acto ingenuo ni superficial, sino un proceso biológico capaz de transformar el cerebro', citando investigaciones del neurocientífico Andrew Huberman. Esta afirmación desafía la visión tradicional que separa ciencia y espiritualidad, y posiciona el creer como un ejercicio de autoconocimiento y resignificación que va más allá del simple cree en ti, a menudo asociado al positivismo tóxico.
En la práctica, este poder de creer implica identificar y transformar creencias limitantes que condicionan la vida de las personas, muchas veces heredadas desde la infancia y que operan en el subconsciente. La autora enfatiza que no se trata de eliminar estas creencias, sino de resignificarlas para que se conviertan en impulsores de cambio.
Este enfoque ha generado diversas perspectivas. Desde un punto de vista científico, la neurociencia confirma que prácticas vinculadas a la fe y la conexión social activan circuitos cerebrales relacionados con la calma y la motivación. Sin embargo, sectores más escépticos advierten sobre los riesgos de confundir espiritualidad con soluciones simplistas a problemas complejos de salud mental.
En la sociedad chilena, donde la ansiedad alcanza niveles históricos (según reportes recientes), esta propuesta ha encontrado eco en quienes buscan una respuesta más integral que combine bienestar emocional, sentido y conexión profunda. A la vez, existen voces críticas que llaman a no desatender las causas estructurales de la crisis de salud mental, como la precariedad laboral o la fragmentación social.
María Paz Blanco sostiene que cuando una persona empieza a creer en su valor y en algo superior —sin importar la denominación—, no solo mejora su bienestar, sino que también influye positivamente en su entorno. 'Las relaciones basadas en autenticidad y conexión genuina florecen y se vuelven más efectivas', afirma.
Este efecto multiplicador es fundamental en contextos donde la desconfianza y el aislamiento son frecuentes. Así, el poder de creer se convierte en un agente de cambio social, capaz de tejer vínculos reales y fortalecer comunidades.
Tras meses de análisis y contraste de fuentes, se concluye que:
- El poder de creer, entendido como un proceso consciente de resignificación y conexión con algo superior, tiene un respaldo creciente en la neurociencia y la psicología contemporánea.
- La transformación personal que promueve impacta en las relaciones y puede contribuir a disminuir la ansiedad y fortalecer la resiliencia, aspectos clave en la crisis de salud mental actual.
- Sin embargo, esta perspectiva no debe ser vista como un sustituto de políticas públicas o intervenciones clínicas, sino como un complemento que aporta sentido y profundidad.
- La tensión entre ciencia y espiritualidad sigue vigente, y su diálogo respetuoso es esencial para avanzar en soluciones integrales.
- Finalmente, la invitación es a una práctica activa y honesta del creer, que requiere tiempo, reflexión y compromiso, alejándose de la inmediatez y superficialidad que caracterizan el ciclo informativo contemporáneo.
En un mundo marcado por la incertidumbre y la aceleración, este enfoque ofrece una pausa con sentido, una invitación a mirar hacia adentro y hacia los demás con una nueva luz, que puede transformar vidas y comunidades desde la raíz.