
Más de tres años después del inicio de la invasión rusa a Ucrania, los ecos de la guerra no se limitan al campo de batalla. Miles de soldados rusos han regresado a sus hogares, pero lejos de encontrar un alivio, enfrentan heridas invisibles que la sociedad y el Estado parecen no estar preparados para abordar.
Desde el principio, el Kremlin movilizó no solo a militares profesionales, sino también a convictos, con la promesa de indultos a cambio de su participación en la llamada "operación militar especial". Se estima que cerca de 50.000 reclusos fueron reclutados por el Grupo Wagner y luego absorbidos por las fuerzas regulares, bajo contratos indefinidos. Esta medida, lejos de ser un simple recurso bélico, ha dejado una huella profunda en la estructura social y psicológica del país.
"La mayoría de los soldados no quieren ir a terapia", relata Tatyana, psicóloga voluntaria en un proyecto estatal, quien destaca la dificultad de los excombatientes para expresar sus traumas y la percepción de incomprensión por parte de quienes no han estado en el frente. La resistencia a buscar ayuda se agrava por el temor a represalias legales y sociales, dado el clima de censura y vigilancia en torno a cualquier crítica a la guerra.
Los profesionales de la salud mental advierten que entre un 3% y un 17% de los soldados desplegados sufren trastorno de estrés postraumático (TEPT), con un aumento significativo en casos con heridas graves. Sin embargo, la infraestructura para atenderlos es insuficiente: centros con escaso personal y espacios limitados, y programas que se acercan más a cuidados paliativos que a tratamientos efectivos.
Las consecuencias no se limitan a la salud mental. Un informe del Instituto Jurídico de los Urales documentó un aumento notable de crímenes violentos cometidos por veteranos, incluyendo asesinatos, agresiones sexuales y golpizas, con al menos 242 muertos y 227 heridos entre 2022 y 2024. Historias como la de un excomandante que, atormentado por sus acciones en el frente, se enfrenta a un conflicto moral interno, ilustran la tragedia personal y social que se despliega tras el retorno.
Desde el gobierno, aunque se han creado miles de oficinas de apoyo psicológico y programas de asistencia, las medidas han sido calificadas por expertos como insuficientes y fragmentadas. La idea de hacer obligatoria la terapia para los soldados que regresan, propuesta por Putin en 2024, aún no se ha materializado.
En el debate público, las voces se dividen. Por un lado, sectores conservadores y oficiales sostienen que el sacrificio de los soldados es un deber patriótico y que la prioridad es mantener la estabilidad y la moral nacional. Por otro, organizaciones de derechos humanos y algunos profesionales de la salud alertan sobre la urgente necesidad de reconocer y atender el sufrimiento postbélico para evitar una crisis social mayor.
"Si no enfrentamos estas heridas invisibles, Rusia pagará un precio muy alto en su cohesión social y seguridad interna", advierte un experto en salud mental consultado por medios independientes.
En las comunidades afectadas, las familias de excombatientes viven una doble tragedia: la ausencia emocional y la violencia derivada de traumas no resueltos. La sociedad rusa, atrapada entre la propaganda oficial y la realidad dolorosa, debe decidir si mirará hacia otro lado o asumirá el desafío de acompañar a quienes regresan de la guerra con dignidad y apoyo real.
Verdades ineludibles y consecuencias visibles:
- La guerra no termina en el campo de batalla; sus efectos persisten y se manifiestan en la salud mental y el comportamiento social de los soldados que vuelven.
- El modelo ruso de reclutamiento y la falta de un sistema robusto de reintegración y atención psicológica han generado una crisis silenciosa que amenaza la seguridad interna.
- La resistencia cultural y política a reconocer estas heridas complica la construcción de soluciones efectivas, dejando a miles en un limbo entre la guerra y la paz.
Este fenómeno, que emerge con crudeza tras años de conflicto, invita a una reflexión profunda sobre el costo humano de las guerras y la responsabilidad de las sociedades para acompañar a sus combatientes más allá del combate.