La "Operación Sindoor", la serie de ataques aéreos y con misiles ejecutados por la India en territorio paquistaní a principios de mayo de 2025, no fue simplemente otro capítulo en la larga y sangrienta historia del conflicto de Cachemira. Fue una ruptura. Más que una represalia por el atentado terrorista en Pahalgam, esta acción representa una señal inequívoca del fin de la ambigüedad estratégica que había regido las relaciones entre las dos potencias nucleares. Al atacar objetivos no solo en la Cachemira administrada por Pakistán, sino también en la provincia de Punjab, y al suspender unilateralmente el Tratado de Aguas del Indo, Nueva Delhi ha redefinido las reglas de enfrentamiento. La pregunta ya no es si habrá una respuesta a una provocación, sino cuán profunda será la incursión en territorio soberano enemigo. Este evento inaugura una era de confrontación más directa y peligrosa, sentando las bases para futuros escenarios que oscilan entre una guerra híbrida cronificada y el riesgo latente de una escalada nuclear.
El futuro más probable a medio plazo es la consolidación de un estado de guerra híbrida permanente. En este escenario, la "Operación Sindoor" no conduce a una guerra total, sino que establece un nuevo umbral de agresión aceptable. India, sintiéndose validada en su doctrina de "defensa ofensiva", podría normalizar los ataques de precisión como herramienta de política exterior para castigar el patrocinio del terrorismo. Pakistán, enfrentado a una asimetría convencional y limitado por el paraguas nuclear, probablemente intensificará sus tácticas de guerra no convencional.
Esto se traduciría en un conflicto multifacético y de baja intensidad constante:
Este estado de conflicto perpetuo, aunque evita la catástrofe de una guerra abierta, condenaría a la región a una inestabilidad endémica, ahuyentando la inversión y profundizando la pobreza y la radicalización.
Si bien la guerra híbrida parece el camino más lógico, la historia de los conflictos está plagada de errores de cálculo. El segundo escenario, de menor probabilidad pero con consecuencias catastróficas, es el de la escalada accidental hacia una guerra convencional con sombra nuclear. La promesa de Islamabad de que la agresión india "no quedará impune" es un punto de inflexión crítico. Una futura represalia paquistaní, diseñada para ser simétrica, podría fallar su objetivo y golpear un centro urbano indio o una base militar de alto valor. A la inversa, un futuro ataque "quirúrgico" indio, basado en inteligencia defectuosa, podría causar un número de víctimas civiles inaceptable para el estamento militar paquistaní.
En un entorno de nacionalismo exacerbado y con líderes bajo intensa presión interna para no mostrar debilidad, la capacidad de controlar la escalada se vuelve frágil. El ciclo de acción-reacción podría escapar rápidamente del control de sus arquitectos, llevando a ambos ejércitos a una movilización general. En este punto, el tabú nuclear, que ha funcionado como el último cortafuegos, comenzaría a erosionarse peligrosamente. La doctrina de "no primer uso" de la India podría ser cuestionada, y el umbral nuclear de Pakistán, intencionadamente ambiguo, se pondría a prueba. El mundo contendría la respiración ante la posibilidad de que el "equilibrio del miedo" que ha prevenido lo peor durante décadas finalmente se quiebre.
El futuro de esta crisis no se decidirá únicamente en Nueva Delhi e Islamabad. Las potencias globales son actores cruciales con visiones e intereses contrapuestos:
Los ciclos de crisis anteriores (Kargil en 1999, Pulwama en 2019) demuestran un patrón de escalada progresiva. Cada confrontación ha elevado el listón de lo que se considera una respuesta aceptable. La "Operación Sindoor" representa el salto más grande en esta escalera, llevando el conflicto del territorio en disputa al corazón del adversario y añadiendo el arma del agua a la ecuación.
El futuro de la paz en el sur de Asia depende ahora de la capacidad de sus líderes para gestionar un equilibrio mucho más inestable y volátil. La creencia de que la escalada puede ser controlada con precisión milimétrica es la ilusión más peligrosa en un subcontinente armado hasta los dientes. La frontera entre India y Pakistán no es solo una línea en un mapa; es una falla tectónica geopolítica donde el más mínimo temblor puede desatar un terremoto de consecuencias globales. La pregunta que queda abierta es si este nuevo y audaz capítulo de confrontación servirá como una lección disuasoria o como el prólogo de una tragedia anunciada.