
Desde el estallido de la ofensiva israelí en Gaza el 7 de octubre de 2023, el enclave palestino enfrenta una tragedia humana que ha escalado hasta cifras estremecedoras. Las autoridades de Gaza, bajo control de Hamas, reportan más de 61.700 muertos y más de 154.000 heridos, según datos actualizados al 13 de agosto de 2025. Esta cifra, que incluye a cientos de niños, mujeres y ancianos, refleja una crisis que ha trascendido el conflicto armado para convertirse en una emergencia humanitaria de dimensiones inéditas en la región.
El conflicto comenzó con ataques coordinados de milicias palestinas y la respuesta militar israelí, que ha mantenido un bloqueo estricto desde marzo de 2024, tras la ruptura del alto el fuego. Más de 10.200 palestinos han fallecido desde entonces, y más de 42.400 han resultado heridos, mientras que la escasez de alimentos y medicinas ha provocado la muerte por inanición de al menos 235 personas, incluyendo 106 niños.
Además, la violencia no se limita a los combates: en las colas para recibir ayuda humanitaria, 21 personas murieron y 165 resultaron heridas en las últimas 24 horas por disparos del ejército israelí, lo que evidencia la precariedad y la desesperación en que viven los habitantes de Gaza.
Desde la perspectiva israelí, el operativo militar se justifica como una respuesta necesaria para neutralizar amenazas terroristas y proteger a su población. "Estamos defendiendo nuestra soberanía y la seguridad de nuestros ciudadanos frente a ataques indiscriminados", afirmó un portavoz del gobierno israelí en julio de 2025.
En contraste, organizaciones internacionales y defensores de derechos humanos denuncian un uso desproporcionado de la fuerza y un bloqueo que viola normas básicas del derecho internacional humanitario. Amnistía Internacional ha calificado la situación como "una catástrofe humanitaria evitable, producto de decisiones políticas y militares que ignoran el sufrimiento civil".
Por su parte, la comunidad internacional se encuentra dividida. Algunos países europeos y latinoamericanos llaman a reactivar negociaciones de paz y a levantar el bloqueo, mientras que Estados Unidos y aliados mantienen un apoyo firme a Israel, argumentando la complejidad del escenario y la necesidad de garantizar la estabilidad regional.
La prolongada ofensiva ha devastado la infraestructura de Gaza: hospitales colapsados, escuelas destruidas y servicios básicos interrumpidos. El Ministerio de Salud local reporta que los hospitales reciben diariamente cientos de heridos y que muchos siguen bajo los escombros.
La crisis ha provocado un éxodo masivo, con miles de palestinos intentando huir hacia Egipto o Jordania, países que enfrentan sus propios desafíos políticos y sociales para acoger refugiados. Dentro de Gaza, la población vive en un estado de incertidumbre y trauma colectivo, con efectos profundos en la salud mental y la cohesión social.
Lo ocurrido en Gaza no es solo un episodio más del conflicto israelí-palestino, sino una tragedia que expone las limitaciones del derecho internacional y la fragilidad de los acuerdos de paz en Medio Oriente. Los datos oficiales y verificados confirman una crisis humanitaria de gran envergadura, con consecuencias que seguirán marcando a la región durante años.
La polarización política internacional y la ausencia de un mecanismo efectivo para proteger a la población civil han perpetuado un círculo vicioso de violencia y sufrimiento. La reconstrucción, la reconciliación y la garantía de derechos básicos serán tareas titánicas para cualquier actor que intente cambiar el curso de esta historia.
La tragedia de Gaza es un llamado urgente a repensar las estrategias de resolución de conflictos, poniendo en el centro la dignidad humana y la prevención del sufrimiento, más allá de intereses geopolíticos y discursos de seguridad nacional.
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Fuentes consultadas: Ministerio de Sanidad de Gaza, Amnistía Internacional, declaraciones oficiales del gobierno israelí, reportes de Naciones Unidas y análisis de expertos en relaciones internacionales.