
En medio de la guerra en Ucrania, Rusia ha recurrido a un recurso humano que pasa desapercibido pero que encierra una tragedia profunda: miles de trabajadores norcoreanos enviados bajo condiciones que muchos califican como esclavitud moderna. Más de 50.000 norcoreanos habrían sido enviados a Rusia en 2025, según inteligencia surcoreana, para cubrir la escasez de mano de obra en proyectos de construcción y fábricas esenciales para el esfuerzo bélico ruso.
Los relatos de quienes lograron escapar y denunciar esta situación son estremecedores. Jin, uno de los desertores, recuerda cómo fue escoltado desde el aeropuerto y obligado a trabajar jornadas de hasta 18 horas, con apenas dos días libres al año. 'El mundo exterior es nuestro enemigo', le advirtieron desde el inicio.
Estas condiciones se repiten: trabajadores confinados en obras, vigilados por agentes norcoreanos, durmiendo en contenedores infestados de insectos o en edificios inconclusos, expuestos a accidentes sin atención médica. Otro desertor, Tae, describe cómo el agotamiento físico era tal que despertarse era un acto de terror y sus manos quedaban paralizadas. 'Era como si nos estuviéramos muriendo', sintetiza Chan, otro ex trabajador.
Este sometimiento no es sólo físico sino también psicológico. La vigilancia ideológica se ha intensificado para prevenir fugas, y las recompensas económicas, aunque mejores que en Corea del Norte, son en su mayoría confiscadas por el régimen. La ONU prohibió en 2019 el uso de trabajadores norcoreanos en el extranjero, pero Rusia ha eludido esta sanción, por ejemplo, otorgando visas de estudiante a miles de ellos.
Desde Moscú, el Kremlin ha reconocido públicamente la presencia de norcoreanos en proyectos estratégicos, como la reconstrucción de la región de Kursk, escenario de la ofensiva ucraniana de 2024. Esta mano de obra es vital para sostener la maquinaria bélica rusa, que enfrenta una creciente escasez de trabajadores.
Las voces de los desertores y expertos subrayan que, aunque estos trabajos ofrecen mejores ingresos en comparación con Corea del Norte, el costo humano es altísimo. Sólo aquellos considerados leales al régimen pueden acceder a estas oportunidades, y la mayoría del dinero se destina directamente a financiar la dictadura.
Desde Seúl, activistas y académicos alertan que esta forma de explotación es una extensión del control autoritario norcoreano y una pieza clave en la alianza con Rusia, que desafía las sanciones internacionales y perpetúa el sufrimiento de miles.
Perspectivas encontradas
- Desde el punto de vista ruso, la contratación de norcoreanos es una respuesta pragmática a la crisis laboral y un componente estratégico para mantener la capacidad productiva en tiempos de guerra.
- Para Corea del Norte, esta práctica es una fuente crucial de divisas, aunque a costa de vulnerar derechos humanos fundamentales.
- Organizaciones internacionales y defensores de derechos humanos denuncian una violación flagrante de las normas internacionales y un caso emblemático de trabajo forzado contemporáneo.
- Desde la sociedad surcoreana y la comunidad internacional, el conocimiento de estos hechos genera una creciente presión para que se cumplan las sanciones y se proteja a estas personas.
Conclusiones
Este fenómeno revela cómo la guerra y la geopolítica global pueden transformar a personas en piezas invisibles de un engranaje brutal. La explotación de norcoreanos en Rusia no es sólo un problema humanitario, sino una manifestación de la compleja interdependencia entre regímenes autoritarios y conflictos bélicos.
El silencio que rodea a estos trabajadores refleja la dificultad para visibilizar tragedias que no ocurren en primera línea, pero que sostienen realidades bélicas y políticas con un costo humano incalculable. La comunidad internacional enfrenta el desafío de actuar con rigor frente a estas violaciones, mientras miles de personas siguen atrapadas entre la opresión y la esperanza de escapar.
Fuentes consultadas incluyen reportajes de la BBC, declaraciones de funcionarios surcoreanos, testimonios de desertores y análisis de expertos en derechos humanos y geopolítica.