
Un desafío político de alto voltaje se ha desplegado en el centro político chileno desde que la Democracia Cristiana (DC) decidió respaldar la candidatura presidencial de Jeannette Jara, exministra del Trabajo y militante del Partido Comunista. Esta alianza, formalizada y detallada en reuniones estratégicas durante noviembre de 2025, ha puesto en jaque la identidad tradicional de la DC y ha encendido un debate que trasciende las fronteras nacionales.
En un encuentro clave entre la directiva de la DC y Darío Quiroga, principal estratega de la campaña de Jara, se delineó una hoja de ruta para la segunda vuelta presidencial que aspira a reposicionar a la exministra como una figura de centroizquierda. La idea central es que Jara se distancie del Partido Comunista y se acerque a sectores más moderados, especialmente a la Falange, para ampliar su base electoral y conquistar a votantes tradicionalmente alejados de la izquierda radical.
Este movimiento ha sido interpretado por sus impulsores como un intento de responder a la realidad política actual, donde la fragmentación y el desencanto han hecho que la política tradicional pierda terreno. “La DC busca ampliar su influencia y evitar la irrelevancia política, adaptándose a las demandas sociales contemporáneas”, señala un miembro del comando de Jara.
La decisión ha generado una fractura profunda. Por un lado, la Democracia Cristiana de Uruguay ha expresado públicamente su respaldo, destacando la “valentía” de la DC chilena para aliarse con fuerzas de izquierda y comparando esta estrategia con su propia experiencia en la creación del Frente Amplio en 1971. “El diálogo y la colaboración son esenciales para construir un futuro justo y democrático”, afirmó el PDC uruguayo en un comunicado.
En contraste, organismos internacionales como la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA) suspendieron temporalmente a la DC chilena, acusándola de romper con los principios fundacionales del humanismo cristiano y de acercarse a regímenes autoritarios. La Democracia Cristiana de Cuba y la Internacional Demócrata de Centro también han expresado críticas severas, advirtiendo que esta alianza pone en riesgo la coherencia doctrinaria del centro político.
En Chile, la jugada ha provocado un debate intenso en la opinión pública y dentro del propio oficialismo. El comando de Jara reconoce que varios partidos aliados, como Acción Humanista, Federación Regionalista Verde Social, el Partido Liberal, la Democracia Cristiana y el Partido Radical, enfrentan riesgos electorales que podrían llevar incluso a su desaparición. Esto no solo afectaría la campaña presidencial, sino también la estabilidad del bloque político que la respalda.
Desde la ciudadanía, las opiniones son dispares. Sectores sociales más conservadores ven la alianza como una traición a los valores tradicionales del centro, mientras que jóvenes y votantes progresistas valoran la apertura y el pragmatismo político. Esta disonancia refleja el complejo mosaico político chileno, donde la identidad partidaria se encuentra en constante redefinición.
Lo que está claro es que la DC ha apostado por una estrategia audaz que busca evitar su marginalización en el escenario político nacional. El distanciamiento de Jara respecto al Partido Comunista y su intento por presentarse como una candidata de centroizquierda son parte de un cálculo electoral que prioriza la ampliación del electorado sobre la pureza ideológica.
Sin embargo, este movimiento también ha expuesto las tensiones internas y la fragilidad de una coalición que enfrenta desafíos electorales complejos y un escenario político polarizado. La suspensión de la DC en la ODCA y las críticas internacionales evidencian que la apuesta no está exenta de costos políticos y simbólicos.
En definitiva, el giro de la Democracia Cristiana chilena hacia Jeannette Jara es un episodio que desnuda las contradicciones y desafíos del centro político en Chile, un espacio que busca reinventarse en medio de la volatilidad y la fragmentación. El tiempo dirá si esta alianza es un acto de realismo político o el preludio de una crisis de identidad más profunda.