
En un año marcado por la búsqueda de estabilidad tras la volatilidad económica de ejercicios anteriores, la economía chilena cerrará 2025 con un crecimiento cercano al 2,5%, según proyecciones oficiales y privadas consolidadas tras el último informe del Banco Central y el Índice Mensual de Actividad Económica (Imacec) publicado en noviembre.
Este desempeño, aunque modesto, representa una recuperación sostenida que se ha sustentado principalmente en el dinamismo de los sectores de servicios y comercio. El Imacec de septiembre registró un aumento anual de 3,2%, impulsado por el comercio mayorista, especialmente en maquinaria y vehículos, y por servicios empresariales vinculados a proyectos de inversión.
Sin embargo, la minería, tradicional motor de la economía chilena, mostró una caída anual del 2,2%, reflejando las secuelas de la paralización de la mina El Teniente y una menor extracción y procesamiento de cobre. Este factor ha limitado el potencial de crecimiento y ha generado preocupación en distintos sectores.
Las voces del mercado y análisis especializados presentan una mirada plural y, en ocasiones, divergente sobre este escenario. Alejandro Fernández, gerente de estudios de Gemines, señala que "sigue prevaleciendo el efecto del comercio y los servicios sobre el crecimiento, mientras el resto de las actividades mantiene un comportamiento errático y débil". Por su parte, Vittorio Peretti, subgerente de economía en Itaú, destaca que "el comercio más dinámico y mayores ingresos fiscales sorprendieron positivamente, aunque el sector minero continúa mostrando debilidad".
Desde la perspectiva regional, el impacto de la desaceleración minera se siente con fuerza en las zonas dependientes de esta actividad, mientras que las áreas urbanas y metropolitanas se benefician del auge en servicios y comercio. Este contraste ha reavivado el debate sobre la necesidad de diversificar la matriz productiva y fortalecer las economías locales.
En el plano social, el crecimiento económico no ha logrado traducirse plenamente en mejoras laborales y reducción de la informalidad, aspectos que el Barómetro Unab y otros indicadores han puesto en evidencia. La incertidumbre política y la transición de gobierno añaden un componente de cautela a las expectativas de inversión y consumo para 2026.
Respecto al futuro inmediato, los analistas coinciden en que el crecimiento global más lento y el plan de ajuste fiscal que prepara la próxima administración serán factores determinantes. Gustavo Yana, estratega de inversiones para Latam en Zurich AGF, advierte que "el esfuerzo interno deberá ser mayor para sostener el crecimiento, y las señales de la nueva administración serán clave para reactivar la inversión".
En definitiva, el 2025 se configura como un año de recuperación con luces y sombras. La economía chilena ha logrado estabilizarse y crecer, pero las brechas estructurales y los riesgos externos mantienen viva la incertidumbre. La lectura de estos hechos invita a un análisis profundo y a la reflexión sobre las políticas públicas y privadas necesarias para consolidar un crecimiento más inclusivo y sostenible.