
Un voto que no se ve, pero que pesa. El 19 de noviembre de 2025, Franco Parisi, líder del Partido de la Gente (PDG), sorprendió al obtener un 19,7% de los votos en la elección presidencial, quedando en tercer lugar y fuera de la segunda vuelta. Este resultado no solo sacudió el tablero electoral, sino que puso en jaque a las encuestas tradicionales, incapaces de captar a un electorado que se oculta, se resiste a definiciones clásicas y se mueve en el terreno digital.
“Normalmente uno cree que el eje izquierda-derecha-centro es estático (...) (pero) no: se corrió el centro”, afirmó Eugenio Guzmán, sociólogo y decano de la Facultad de Gobierno de la Universidad del Desarrollo. Para Guzmán, el voto Parisi representa “una nueva expresión del centro que es muy distinta”, difícil de medir y que no responde a los esquemas tradicionales de la política chilena.
Este electorado, en su mayoría compuesto por trabajadores autónomos, informales, jóvenes entre 25 y 45 años, y habitantes de zonas periurbanas o rurales, se caracteriza por su desconfianza hacia las instituciones, los medios y las encuestas. Según un análisis de Patricio Moyano, experto en modelamiento estadístico, muchos votantes de Parisi no declararon su intención por temor a juicios sociales, lo que explica la invisibilidad del fenómeno en los sondeos.
Parisi, ingeniero comercial y economista, ha forjado su popularidad a través de plataformas digitales desde 2012, con programas como “Los Parisi: el poder de la gente” y su canal de YouTube “Bad Boys”. Su campaña apeló a un electorado que se siente excluido de la política tradicional y que se identifica con el lema “ni facho ni comunacho”, una fórmula que rechaza las etiquetas extremas y se centra en las preocupaciones cotidianas como el salario, la salud y la educación.
Esta base electoral se concentra en el norte del país, donde Parisi lideró en regiones como Arica (27,8%), Tarapacá (31,1%), Antofagasta (35%) y Atacama (32,6%). Más al sur, su presencia disminuye, aunque mantiene fuerza en el centro-sur, superando a la candidata comunista Jeannette Jara en regiones como Maule, Ñuble y Biobío.
El resultado de Parisi ha generado reacciones encontradas. Desde la izquierda, la candidata Jara reconoció que “ha sabido interpretar con medidas radicales e innovadoras un gran sentir ciudadano”, y destacó la necesidad de escuchar a ese sector para la segunda vuelta. Por su parte, la presidenta del PS, Paulina Vodanovic, instó a Jara a salir “con las patitas en la calle” para conquistar ese electorado práctico y no ideológico.
En cambio, desde la derecha, el diputado y fundador del Partido Nacional Libertario, Johannes Kaiser, atacó duramente a Parisi, acusándolo de “poner en venta su respaldo político en menos de cinco minutos”, en referencia a la incertidumbre que genera el apoyo del PDG en el balotaje.
Parisi, en tanto, se mantiene firme en su postura: no ha entregado un respaldo automático a ninguno de los candidatos que disputarán la segunda vuelta, José Antonio Kast y Jeannette Jara. En su discurso posterior a la elección, afirmó que “yo no ando firmando cheques en blanco a nadie (...) gánense los votos, gánense la calle”, desafiando a sus rivales a conquistar a su electorado.
Este fenómeno revela un Chile político en transformación, donde un segmento importante de la ciudadanía se siente ajeno a los discursos tradicionales y busca alternativas que respondan a sus necesidades concretas y su descontento. La invisibilidad en las encuestas y el rechazo a la política ortodoxa plantean un desafío para los partidos y candidatos que deberán comprender y dialogar con este nuevo centro práctico y digital.
La segunda vuelta del 14 de diciembre se abre con un escenario más complejo, donde el voto Parisi es decisivo y su definición puede inclinar la balanza. Sin embargo, más allá del resultado electoral, el fenómeno Parisi invita a una reflexión profunda sobre la fragmentación y reconfiguración del mapa político chileno, la crisis de representatividad y la emergencia de nuevas formas de participación y expresión ciudadana.
En definitiva, el voto Parisi no es solo un dato electoral, sino un síntoma de un país que busca redefinirse, con un centro que se mueve, una ciudadanía que se desconecta de la política tradicional y una democracia que debe reinventarse para ser más inclusiva y representativa.