La educación superior en Chile tras el FES: ¿un cambio real o una ilusión esperanzada?

La educación superior en Chile tras el FES: ¿un cambio real o una ilusión esperanzada?
Actualidad
Educación
2025-11-20
Fuentes
cambio21.cl www.df.cl www.df.cl www.latercera.com es.wired.com www.latercera.com www.latercera.com english.elpais.com www.latercera.com www.latercera.com es.wired.com www.latercera.com

- Reemplazo del CAE por FES: una apuesta estatal para aliviar la deuda educativa y el gasto fiscal.

- Debate político y social: voces enfrentadas sobre equidad, autonomía universitaria y sostenibilidad financiera.

- Impacto a largo plazo: ¿mejorará el acceso y la calidad o profundizará las desigualdades existentes?

Un cambio estructural esperado, un escenario complejo que se despliega

En agosto de 2025, el gobierno chileno presentó la propuesta del Financiamiento para la Educación Superior (FES), destinada a reemplazar el Crédito con Aval del Estado (CAE), un sistema que ha generado críticas por su alto costo fiscal y la pesada carga financiera para miles de estudiantes. Esta iniciativa ha sido recibida con esperanzas y recelos, y a más de tres meses de su anuncio, la discusión se ha profundizado, revelando tensiones que van más allá de lo técnico y se adentran en la esencia del sistema educativo y su función social.

El FES en escena: ¿qué cambia realmente?

El FES propone un sistema voluntario, con un año de gracia antes de comenzar el pago, y un tope máximo de 20 años para la devolución, condicionado al ingreso y con una contribución máxima del 8%. Según estudios de la University College London y la Biblioteca del Congreso Nacional, entre el 60% y 74% de los estudiantes pagarían menos con el FES que con el CAE. Esto plantea un escenario más justo para los jóvenes que acceden a la educación superior, especialmente para quienes provienen de sectores vulnerables.

Sin embargo, esta propuesta no ha estado exenta de críticas. Desde sectores políticos y académicos, se ha señalado que el FES podría generar mayores cargas para algunos beneficiarios y, sobre todo, que podría afectar la autonomía financiera de las universidades, al prohibir el cobro de copagos a las familias que opten por este sistema.

"Muchas instituciones ya dependen en más del 50% de sus ingresos del Estado, por lo que la autonomía no se vería fundamentalmente afectada", explican expertos en financiamiento universitario. Además, se recuerda que los aranceles en Chile están entre los más altos de la OCDE, con incrementos que superan el 40% por sobre el IPC en la última década.

Voces en pugna: diversidad de perspectivas

Desde la mirada gubernamental, el FES representa una oportunidad histórica para aliviar la deuda educativa y hacer sostenible el gasto público. Para el Ministerio de Educación, es un paso hacia un sistema más equitativo y menos oneroso para las familias.

Por otro lado, rectores y expertos advierten que el modelo debe incorporar ajustes que permitan financiar la investigación y evitar que las instituciones estatales profundicen sus déficits estructurales. Algunos sectores políticos conservadores critican el modelo por considerarlo un riesgo fiscal y por limitar la libertad de las universidades para gestionar sus recursos.

Las voces estudiantiles y familiares, hasta ahora poco escuchadas en el debate oficial, expresan incertidumbre sobre el impacto real en sus bolsillos y la calidad de la educación que recibirán. Para muchos, la promesa de un sistema más justo aún no se traduce en certezas concretas.

El análisis a la distancia: lecciones y desafíos

El reemplazo del CAE por el FES no es un simple cambio técnico, sino un reflejo de tensiones profundas en el sistema educativo chileno: la desigualdad social, la financiación pública, la calidad académica y la autonomía universitaria. La evidencia disponible indica que la educación superior chilena enfrenta desafíos estructurales que no se resuelven únicamente con modificaciones en el financiamiento.

Es claro que el FES puede aliviar la carga financiera de muchos estudiantes y reducir el costo fiscal, pero también es evidente que sin mecanismos complementarios —como financiamiento estable para investigación y regulación de aranceles— el sistema podría enfrentar nuevas tensiones.

En definitiva, el FES abre un escenario de debate que obliga a mirar más allá de las cifras inmediatas y a considerar el rol de la educación superior en la movilidad social y el desarrollo del país. La verdadera prueba será cómo se implementa y adapta esta política en el tiempo, y si logra equilibrar justicia, calidad y autonomía.

Conclusión

La reforma al financiamiento de la educación superior en Chile, a través del FES, es una oportunidad para corregir distorsiones históricas, pero también un desafío que expone contradicciones y riesgos. El diálogo plural, la incorporación de todas las voces —especialmente las de los estudiantes y familias— y la vigilancia rigurosa de sus efectos serán fundamentales para que esta apuesta no quede en una ilusión esperanzada, sino que se traduzca en un cambio tangible y sostenible para el país.