
En agosto de 2025, el gobierno y varios actores políticos plantearon una meta económica clara: alcanzar un crecimiento anual del 4% para el próximo periodo. Esta cifra, más que un simple número, se convirtió en un campo de batalla donde convergen esperanzas, críticas y análisis técnicos que han ido madurando en las semanas siguientes.
La propuesta fue impulsada principalmente por el ministro de Hacienda Mario Jara, junto con figuras relevantes de la derecha política como José Antonio Kast y Evelyn Matthei. El 8 de agosto se publicó un artículo en La Tercera donde se expusieron estas aspiraciones, generando una ola de reacciones en distintos sectores.
Desde entonces, el debate ha transitado desde una declaración de intenciones hacia un análisis más profundo sobre la factibilidad técnica y el impacto social de ese crecimiento.
- Oficialismo y sectores pro crecimiento: Ven en la meta del 4% un objetivo alcanzable si se implementan reformas estructurales que incentiven la inversión, la productividad y la innovación. Para ellos, es fundamental generar un relato económico optimista que impulse la confianza de mercados y consumidores.
- Oposición crítica y economistas escépticos: Argumentan que la cifra es excesivamente optimista frente a los desafíos actuales, como la inflación persistente, tensiones sociales y la incertidumbre global. Algunos sectores advierten que enfocarse en la tasa de crecimiento puede dejar de lado aspectos cruciales como la desigualdad y la sustentabilidad ambiental.
- Voces regionales y sociales: En regiones como Antofagasta y Biobío, donde la minería y la industria son motores económicos, la expectativa de crecimiento es bienvenida, aunque con reservas sobre cómo se distribuirán los beneficios. En sectores populares, la preocupación se centra en que el crecimiento no se traduzca en mejoras reales en calidad de vida.
Históricamente, Chile ha oscilado en tasas de crecimiento que rara vez superan el 3,5% anual de manera sostenida. El último periodo con cifras cercanas al 4% fue en la década de 2010, bajo condiciones internacionales muy diferentes. El actual entorno global, marcado por una desaceleración económica y tensiones comerciales, añade una capa de complejidad.
Expertos consultados señalan que para lograr ese crecimiento se requieren políticas coordinadas, inversión en capital humano y una agenda clara de innovación tecnológica.
La discusión ha dejado en evidencia una tensión central: la necesidad de un crecimiento económico robusto versus la urgencia de asegurar que este sea inclusivo y sustentable.
“El crecimiento por sí solo no garantiza desarrollo. Sin un enfoque integral, podemos aumentar brechas sociales y ambientales,” advierte la economista Catalina Rojas.
Por otro lado, sectores empresariales y algunos líderes políticos insisten en que sin una agenda ambiciosa de crecimiento, Chile corre el riesgo de estancarse y perder competitividad.
Tras meses de análisis y confrontación de ideas, se puede concluir que:
- El objetivo del 4% funciona más como un faro político que como una predicción técnica precisa.
- La factibilidad del crecimiento depende de múltiples variables externas e internas, muchas de ellas aún inciertas.
- El debate ha logrado poner en primer plano la necesidad de políticas económicas que equilibren crecimiento, equidad y sustentabilidad.
En definitiva, la meta del 4% ha desatado un diálogo necesario sobre el rumbo económico del país, mostrando que más allá de la cifra, la discusión gira en torno a qué tipo de desarrollo Chile quiere para su futuro.