El pasado 8 de agosto, el Ejército de Israel estableció un plazo límite hasta el 7 de octubre de 2025 para que los civiles palestinos evacuen la Ciudad de Gaza, en el marco de la ofensiva que busca tomar el control total de la zona, según reportó Ynet News y fue replicado por La Tercera. Este anuncio marcó un nuevo capítulo en un conflicto que ya lleva casi dos años, y que ha transformado la vida de cientos de miles de personas en un escenario de violencia, desplazamientos y desesperanza.
Desde octubre de 2023, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han conquistado aproximadamente el 75% de Gaza, pero han evitado incursiones terrestres en zonas donde se cree que Hamas mantiene rehenes, buscando minimizar daños a esos cautivos. Sin embargo, la orden de evacuar la Ciudad de Gaza ha generado una fractura profunda entre las autoridades israelíes, la comunidad internacional y los propios habitantes palestinos.
Para el gobierno israelí, liderado por el primer ministro Benjamin Netanyahu y el ministro de Defensa Israel Katz, el plazo es una decisión estratégica necesaria para avanzar en la ofensiva contra Hamas. Katz respondió a las críticas internacionales, incluyendo las de la Unión Europea y China, con una postura firme: 'Las críticas no debilitarán nuestra determinación de derrotar a Hamas'. En sus palabras, el grupo armado palestino sigue representando una amenaza vital para la seguridad de Israel, y la ofensiva es un acto de defensa nacional que honra a los soldados y víctimas israelíes.
Algunos militares israelíes, sin embargo, han expresado inquietudes internas, temiendo que la fecha sea más un instrumento político que una decisión estrictamente militar. La posibilidad de un acuerdo sobre rehenes se mantiene en la sombra, pero el plazo también puede interpretarse como un gesto para presionar a Hamas.
Del otro lado, la respuesta de los habitantes de Gaza es un mosaico de dolor, rabia y resignación. Miles de palestinos se niegan a desplazarse nuevamente, a pesar del riesgo inminente de muerte. Samira Shahd, una mujer palestina entrevistada por Al Jazeera, expresó con contundencia: 'Nos quedaremos aquí hasta que muramos'. Su declaración refleja no solo el cansancio de múltiples desplazamientos, sino también la falta de alternativas seguras y la pérdida de esperanza.
Otros testimonios, recogidos por Reuters y la BBC, pintan un cuadro desgarrador: familias viviendo en tiendas de campaña, sin espacio ni recursos para moverse al sur de Gaza, una zona también insegura y saturada. La pregunta que se repite es dolorosa y sin respuesta: '¿Adónde debemos ir?'
La comunidad internacional ha condenado el plan israelí, denunciándolo como una acción que pone en riesgo a la población civil y que podría constituir un crimen contra la humanidad, según la Autoridad Palestina. Organismos de derechos humanos y varios países han pedido a Netanyahu que reconsidere la ofensiva, argumentando que la evacuación masiva es inviable y que la población de Gaza ya ha sufrido demasiado.
Por su parte, Hamas utiliza esta situación para reforzar su narrativa de resistencia y victimización, acusando a Israel de sacrificar a los rehenes y a la población civil. Esta dinámica alimenta la polarización y dificulta cualquier avance hacia un acuerdo de paz o humanitario.
Este episodio muestra la complejidad de un conflicto que no solo es militar, sino profundamente humano y político. El plazo impuesto por Israel pone en evidencia la tensión entre la estrategia bélica y la realidad de una población atrapada sin opciones. La negativa masiva a evacuar revela un punto de quiebre: la guerra ha agotado la paciencia y la capacidad de desplazamiento de los habitantes de Gaza.
La comunidad internacional enfrenta un desafío ético y diplomático mayúsculo, mientras la guerra continúa y las soluciones parecen cada vez más lejanas. El futuro inmediato de Gaza dependerá de la capacidad de los actores para negociar, pero también de la voluntad de reconocer el sufrimiento y la dignidad de quienes viven en medio del conflicto.
En definitiva, la fecha del 7 de octubre no es solo un límite temporal, sino un símbolo de la tragedia humana que se desarrolla en Gaza, donde la resistencia y la desesperanza se enfrentan en un escenario que exige una mirada profunda y plural para entender sus múltiples dimensiones.