
Un fenómeno invisible que cobró protagonismo. Entre mediados de agosto y noviembre de 2025, Chile experimentó un episodio climático que, aunque anunciado con anticipación, terminó desafiando las expectativas y dejando consecuencias palpables. Un río atmosférico de categoría 4 a 5 —el más alto en la escala prevista— impactó principalmente las regiones de Aysén y Magallanes con lluvias acumuladas que superaron los 200 milímetros en pocos días. Este evento, que conecta la humedad tropical con latitudes australes a través de un canal invisible de vapor de agua, se manifestó con fuerza inusual, acompañada de vientos que superaron los 100 km/h en sectores como Coyhaique y Punta Arenas.
Desde julio, los pronósticos meteorológicos anticipaban la llegada de un sistema frontal con río atmosférico que afectaría la zona central y sur del país. Santiago, tras meses de déficit hídrico y temperaturas atípicamente altas para la temporada, recibió finalmente precipitaciones significativas a partir de septiembre y octubre. Según el especialista Alejandro Sepúlveda, las lluvias en la capital fluctuaron entre 25 y 45 milímetros, cifra relevante para un julio-primavera marcado por la sequía.
Sin embargo, la intensidad y duración del fenómeno variaron regionalmente. Mientras el sur profundo enfrentó lluvias persistentes y vientos fuertes, la zona central vivió episodios más breves, con chubascos aislados y una rápida recuperación del sol.
Las opiniones públicas y políticas sobre el manejo del temporal exhiben una notable diversidad. Por un lado, autoridades regionales de Aysén y Magallanes reconocieron la complejidad del fenómeno y destacaron la coordinación para mitigar daños, aunque admitieron dificultades en la infraestructura local para enfrentar lluvias tan intensas.
'Nunca habíamos visto un evento así en tan poco tiempo; la capacidad de respuesta fue puesta a prueba y dejó en evidencia la necesidad de fortalecer los sistemas de alerta temprana y la gestión territorial', afirmó un representante del Gobierno Regional de Magallanes.
En Santiago y la zona central, agricultores y expertos en recursos hídricos expresaron sentimientos encontrados. Si bien las lluvias trajeron alivio al déficit hídrico, la irregularidad y la concentración de las precipitaciones generaron desafíos para la planificación agrícola y el manejo de embalses.
'Estos episodios extremos, que antes eran esporádicos, hoy son parte de una nueva normalidad climática. La agricultura debe adaptarse, pero también el Estado debe proveer herramientas y recursos para ello', señaló un representante del sector agrícola metropolitano.
Por otro lado, organizaciones sociales y ambientalistas aprovecharon la ocasión para reiterar la urgencia de políticas integrales frente al cambio climático, enfatizando que fenómenos como los ríos atmosféricos pueden intensificarse y afectar con mayor frecuencia a las comunidades más vulnerables.
Este temporal no solo marcó un cambio en el ciclo hídrico del país, sino que también puso en evidencia la creciente complejidad de los fenómenos meteorológicos en un contexto de calentamiento global.
La interacción entre el río atmosférico y sistemas frontales generó lluvias cálidas y persistentes en la Patagonia, un escenario inusual que desplazó la nieve esperada hacia sectores de menor altitud. La afectación a la infraestructura, caminos rurales y la vida cotidiana en localidades remotas fue significativa, con cortes de suministro y daños en viviendas.
En la Región Metropolitana, el temporal contribuyó a la recarga parcial de acuíferos y embalses, pero también evidenció la fragilidad del sistema urbano ante lluvias intensas, con episodios de anegamientos y congestión vial.
Este episodio climático confirma que Chile, en sus múltiples geografías, enfrenta una realidad donde fenómenos extremos, aunque conocidos, se manifiestan con una intensidad y frecuencia que desafían la preparación tradicional.
La pluralidad de perspectivas —desde autoridades, expertos, agricultores y comunidades afectadas— revela una tensión entre la necesidad urgente de adaptación y la capacidad actual para implementarla.
La verdad incontrovertible es que el país debe avanzar hacia una gestión del agua y del territorio que integre estas nuevas dinámicas, con inversiones en infraestructura, sistemas de alerta temprana y políticas públicas que consideren la diversidad regional y social.
En definitiva, el río atmosférico y el sistema frontal que atravesaron Chile esta primavera no solo trajeron agua, sino también una oportunidad para reflexionar sobre la resiliencia y la justicia climática en un país donde el agua es, y seguirá siendo, un recurso vital y disputado.
2025-09-02