
A casi un año del inicio de la ofensiva israelí en Gaza, el conflicto ha escalado a un punto donde la ocupación de la ciudad de Gaza se presenta como un nuevo capítulo de una tragedia que parece no tener fin. El 8 de agosto de 2025, el gabinete de seguridad israelí aprobó un plan para tomar control de la ciudad norteña de Gaza, hogar de un millón de personas. Esta decisión ha sido interpretada por Hamás como una amenaza directa no solo para los civiles, sino también para los rehenes que mantienen en su poder, generando tensiones que trascienden lo militar y se adentran en lo humanitario y legal.
Desde la perspectiva israelí, el objetivo declarado es establecer un "perímetro de seguridad" que permita neutralizar la amenaza de Hamás sin gobernar directamente el enclave, sino delegar esa responsabilidad a fuerzas árabes aliadas. Sin embargo, la realidad sobre el terreno ha mostrado una expansión del control militar que afecta a más del 75% del territorio de Gaza, con órdenes de desplazamiento forzoso que afectan al 88% de la población, según datos de la ONU.
"Nuestro objetivo no es gobernar Gaza, sino asegurar que no sea un peligro para Israel", declaró Netanyahu en una entrevista con Fox News. No obstante, esta afirmación choca con la creciente militarización y la crisis humanitaria que se profundiza día a día.
Para Hamás, la ofensiva israelí representa un "nuevo crimen de guerra" y una señal clara de que Israel no tiene intención de negociar la liberación de los rehenes. "La decisión de ocupar Gaza confirma que el criminal Netanyahu no se preocupa por los prisioneros, y saben que ampliar la agresión significa sacrificarlos", advirtió el grupo en un comunicado.
Este mensaje no solo es un acto de desafío, sino también una advertencia que añade una dimensión trágica al conflicto: la vida de los rehenes está en juego como moneda de cambio y presión política. Las fuerzas israelíes, conscientes de este riesgo, han mostrado reticencia a avanzar en zonas donde se sabe que los cautivos están retenidos, temiendo ejecuciones que ya ocurrieron en el pasado reciente.
La comunidad internacional observa con creciente alarma. Organizaciones de derechos humanos y países como Sudáfrica han denunciado la situación como un posible genocidio, llevando el caso ante la Corte Internacional de Justicia. Hamás ha exigido a la ONU y a tribunales internacionales que intervengan urgentemente para detener la ofensiva y hacer responsables a sus autores.
Sin embargo, la respuesta global sigue fragmentada. Mientras algunos gobiernos condenan la escalada y llaman a la negociación, otros respaldan el derecho de Israel a defenderse, aunque con críticas a la proporcionalidad y al impacto humanitario.
Este episodio revela la complejidad de un conflicto que no solo enfrenta ejércitos, sino que pone en jaque vidas inocentes y normas internacionales. Más de 60.000 personas han muerto en Gaza desde octubre de 2023, y la ofensiva actual amenaza con aumentar esta cifra. La ocupación de la ciudad de Gaza no solo redefine el mapa militar, sino que también expone la fragilidad de los procesos de negociación y la dificultad de proteger a los rehenes en medio de una guerra despiadada.
La tragedia está en curso y las decisiones tomadas hoy marcarán el futuro de la región y la percepción global sobre justicia y derechos humanos. Para los habitantes de Gaza, cada avance militar es una sombra más en un escenario ya de por sí sombrío, y para la comunidad internacional, un desafío para evitar que esta guerra se convierta en una catástrofe irreversible.
2025-11-05