
Un duelo de nombres y significados se ha instalado en el corazón de Santiago y en las cortes chilenas. Desde finales de 2022, el emprendimiento local "Pedro Piscal", un pisco premium producido en el Valle del Elqui, ha enfrentado una demanda por parte del actor chileno José Pedro Balmaceda Pascal, conocido mundialmente como Pedro Pascal. La controversia no solo pone en tensión a un producto artesanal y a una celebridad global, sino que también abre una discusión sobre la identidad, el comercio y la fama en tiempos de globalización.
El emprendedor David Herrera, tras una celebración de fin de año, ideó el nombre "Pedro Piscal" combinando la variedad de uva Pedro Jiménez y una palabra alusiva al pisco. Registró la marca en el Instituto Nacional de Propiedad Intelectual (INAPI) y comenzó su comercialización en 2024 con un precio de $14.990 pesos chilenos por botella. Fue en marzo de 2024 cuando Pedro Pascal, a través de sus abogados, presentó una demanda para anular el registro, argumentando que el nombre es "indiscutiblemente inductivo a error o confusión" y que podría implicar un aprovechamiento comercial indebido de su fama.
La defensa legal de Herrera sostiene que el nombre es un juego de palabras legítimo, sin intención de referirse al actor, y que la imagen del producto no utiliza la figura de Pascal sino una silueta de un hombre con un perro. Según Ángel Labra, abogado de Herrera, "la marca fue pedida de buena fe y se usa legítimamente, por lo que ningún consumidor se confunde".
Desde la vereda del actor, la preocupación es clara: Pedro Pascal es rostro publicitario internacional de marcas reconocidas en el rubro de bebidas alcohólicas como Corona y Casillero del Diablo. La similitud fonética y gráfica con "Pedro Piscal" podría afectar su imagen y generar confusión entre consumidores.Juan Pablo Silva, abogado del actor, sostiene que "es evidente que induce a confusión y debe ser cancelada".
Por otro lado, Herrera y su defensa insisten en que la coincidencia es casual y que el nombre surge de elementos propios de la cultura vitivinícola chilena, sin relación con la celebridad.
Un año después de iniciada la demanda, el caso sigue en etapa de prueba en INAPI, donde ambas partes han presentado evidencias y fundamentos. El actor fue citado a declarar vía videollamada, pero no asistió, lo que ha motivado la insistencia de la defensa para que comparezca.
En paralelo, Pedro Pascal ya ha ganado disputas relacionadas con dominios web que contenían el nombre "Pedro Piscal", lo que ha obligado al emprendedor a cambiar sus direcciones digitales.
Desde el ámbito cultural y social, algunos ven en esta disputa una tensión clásica entre la globalización de la fama y las identidades locales, donde la protección de marcas se vuelve un campo de batalla simbólico. Otros advierten sobre la importancia de proteger el emprendimiento nacional y la riqueza de sus denominaciones.
La controversia también ha generado debate sobre la ética en la competencia comercial y el alcance legítimo del derecho a la imagen y nombre en el mercado.
Este caso es más que un simple litigio por nombres. Es una muestra palpable de cómo la fama global puede chocar con iniciativas locales, poniendo en jaque conceptos legales, culturales y comerciales.
La resolución del caso podría demorar hasta dos años y eventualmente llegar a la Corte Suprema, marcando un precedente para futuros conflictos similares en Chile y la región.
Mientras tanto, el público y los actores involucrados permanecen en un escenario donde la fama, la identidad y el emprendimiento se enfrentan en un duelo que trasciende las fronteras del derecho para tocar la fibra misma de la cultura nacional y global.