
El hallazgo que encendió alarmas en Calama ocurrió el 6 de agosto de 2025, cuando Carabineros detuvo a cuatro ciudadanos venezolanos que trasladaban un vehículo cargado con 11 proyectiles de 9 milímetros y una granada de fragmentación en condiciones operativas.El Grupo de Operaciones Policiales Especiales (GOPE) confirmó que el artefacto era de uso militar y estaba apto para ser utilizado. La medida cautelar de prisión preventiva fue decretada por el Juzgado de Garantía local, en medio de una investigación que se extendió por 120 días.Los sujetos fueron detenidos cerca del terminal de buses de Calama, tras denuncias ciudadanas por su comportamiento sospechoso.
Este caso ha abierto un escenario complejo, donde convergen distintas miradas y preocupaciones. Desde el punto de vista de las autoridades, representa un desafío directo a la seguridad pública y un llamado a fortalecer los controles en una zona que, por su ubicación estratégica en el norte, es sensible a la circulación de armamento ilegal.El fiscal regional subrogante, Eduardo Peña, señaló que la peligrosidad del hallazgo justifica la investigación rigurosa y la cautela en el proceso judicial.
Sin embargo, la comunidad migrante venezolana en Chile observa con preocupación una posible estigmatización, alertando sobre la generalización de hechos aislados que afectan la convivencia social. Representantes de organizaciones sociales y defensores de derechos humanos enfatizan que, aunque el control del armamento ilegal es imprescindible, no debe usarse para alimentar discursos xenófobos o criminalizar a grupos vulnerables.“Este caso no puede ser la excusa para deslegitimar la presencia de migrantes que aportan a la sociedad chilena”, advierten desde la Fundación Migrantes Unidos.
En el plano político, el episodio ha sido utilizado por sectores conservadores para demandar mayor rigor en las políticas migratorias y reforzar la presencia policial en las fronteras internas, mientras que voces progresistas llaman a abordar el problema desde una perspectiva integral que incluya desarrollo social y cooperación internacional.
Desde agosto hasta hoy, la investigación ha profundizado en las redes de tráfico de armas en la región, sin que aún se hayan esclarecido vínculos directos con organizaciones criminales mayores. La Fiscalía ha confirmado que el caso sigue abierto, con indicios que apuntan a un mercado local de armamento que aprovecha las brechas en la fiscalización.
La sociedad calameña, por su parte, vive esta realidad con una mezcla de inquietud y resignación. El aumento de episodios relacionados con armas en el norte ha tensionado la percepción de seguridad y generado debates en espacios vecinales y comunitarios.
En conclusión, este caso no es solo un hecho policial aislado, sino un reflejo de las múltiples tensiones que atraviesan el norte chileno: la complejidad de la migración, los desafíos en la seguridad pública y las disputas políticas que buscan capitalizar episodios sensibles para sus agendas. La verdad comprobada es que la granada y municiones estaban en condiciones de uso, lo que legitima la preocupación estatal. Sin embargo, la consecuencia más profunda es la necesidad de políticas que equilibren control efectivo con respeto a derechos y cohesión social, evitando que la tragedia de unos pocos se convierta en la desgracia colectiva de muchos.
Fuentes consultadas: Cooperativa.cl, declaraciones del fiscal regional subrogante Eduardo Peña, Fundación Migrantes Unidos, informes del GOPE de Carabineros.