
Un primer déficit en casi tres años sacudió las cifras oficiales de comercio exterior chileno en julio de 2025, un dato que ha encendido las alarmas y abierto debates sobre la salud económica del país. Las exportaciones totalizaron US$ 8.144 millones, prácticamente iguales a las de julio de 2024 pero con una caída de 1,76% respecto a junio. En contraste, las importaciones alcanzaron US$ 8.827 millones, su mayor nivel desde septiembre de 2022, con un alza mensual del 18,2%. Este desequilibrio generó un déficit comercial de US$ 62 millones, el primero desde septiembre de 2022.
El cobre, históricamente el motor del comercio exterior chileno, mostró signos de fatiga. Las exportaciones de cobre bajaron un 0,37% anual y un 14,6% respecto al mes anterior, totalizando US$ 3.990 millones. Este descenso, aunque moderado, se suma a un contexto donde el valor total de las exportaciones ha sido uno de los más bajos del año, con julio como el segundo mes más bajo en 2025. Sin embargo, el acumulado anual mantiene un crecimiento del 5,66% respecto a 2024, lo que invita a no precipitar conclusiones sobre una crisis inminente.
El fenómeno más llamativo proviene del lado de las importaciones, especialmente las de capital, que alcanzaron US$ 1.941,9 millones, su mayor registro mensual desde diciembre de 2012, con un aumento interanual del 33,8%. Este crecimiento refleja la entrada de inversiones y bienes de capital que podrían anticipar una expansión productiva futura. No obstante, también plantea interrogantes sobre la dependencia de insumos externos y la vulnerabilidad a choques externos.
Desde el sector empresarial, la lectura es clara: “El aumento en importaciones de capital es un síntoma de confianza en el crecimiento económico y la modernización de la infraestructura productiva”, señala un analista de la Cámara de Comercio de Santiago. En contraste, organizaciones sociales y sindicales advierten que “el déficit comercial y la caída en exportaciones, junto con la dependencia de insumos importados, pueden profundizar la vulnerabilidad económica y afectar el empleo local”, expresan dirigentes sindicales.
En el plano político, las interpretaciones también divergen. La coalición gobernante destaca que “los datos reflejan ajustes temporales y una economía que se está preparando para nuevos ciclos de inversión”, mientras que la oposición advierte sobre “riesgos de desequilibrios macroeconómicos y la necesidad de políticas que fortalezcan la producción nacional y diversifiquen las exportaciones”.
Lo cierto es que este déficit comercial, aunque pequeño en magnitud, marca un punto de inflexión en un ciclo prolongado de superávits. Su interpretación exige cautela y análisis profundo, en línea con la complejidad de los mercados globales y la economía doméstica. La caída del cobre, la principal exportación, junto con el récord en importaciones de capital, sugieren una economía en transición, con oportunidades pero también riesgos.
El desafío para Chile será equilibrar la entrada de inversiones y bienes importados con un impulso sostenido a las exportaciones, diversificando mercados y productos para reducir vulnerabilidades. Como espectadores de este drama económico, podemos constatar que no hay certezas absolutas, sino una trama en desarrollo donde convergen intereses, expectativas y tensiones que definirán el rumbo del país en los próximos años.