El debate del sueldo vital en Chile: ¿realismo económico o renuncia a la justicia social?

El debate del sueldo vital en Chile: ¿realismo económico o renuncia a la justicia social?
Economía
Trabajo y Empleo
2025-11-20
Fuentes
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- Tensión entre promesas y viabilidad en torno al sueldo vital.

- Diferencias claras entre el oficialismo y los sindicatos.

- Impacto social y político a meses de las elecciones presidenciales.

En agosto de este año, el proyecto de establecer un sueldo vital de $750 mil pesos en cuatro años se convirtió en un punto álgido en la agenda económica y política chilena. Lo que comenzó como una promesa de campaña destinada a mejorar la calidad de vida de las familias, pronto mostró fisuras profundas entre distintos actores, evidenciando un choque de perspectivas que aún hoy, a tres meses de distancia, sigue generando debate y polarización.

El economista Luis Escobar, parte del comando de la candidata oficialista Jeannette Jara, declaró públicamente que alcanzar esa cifra en el plazo planteado era “bien difícil”. Esta admisión técnica ha sido interpretada por algunos sectores como un realismo necesario ante las limitaciones económicas del país, mientras que para otros representa una renuncia a una reivindicación histórica de la justicia social.

Desde el oficialismo, la postura ha sido matizada. La propia Jara señaló que “la gente en Chile gana poco, el 70% está bajo los $800 mil, el promedio está en $1 millón. Entonces si queremos cerrar los ojos a la realidad, no creo que sea buena idea ni buena inversión”, apuntando a un avance gradual y sostenible que permita a las familias vivir dignamente sin comprometer la estabilidad macroeconómica.

Por otro lado, la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) y diversos movimientos sindicales manifestaron su disconformidad con esta revisión a la baja, argumentando que “la economía no puede seguir siendo excusa para postergar derechos básicos”. Para ellos, el sueldo vital no es solo una cifra, sino un símbolo de reconocimiento y dignidad para millones de trabajadores precarizados.

A nivel regional, las voces también se han diversificado. En zonas con alta informalidad laboral y bajos ingresos, como el norte y sur profundo, las demandas por un sueldo vital real y efectivo cobran mayor urgencia, mientras que en los centros urbanos se observa un debate más centrado en la viabilidad económica y el impacto en la inflación y el empleo.

Este enfrentamiento ha puesto en evidencia una disonancia cognitiva entre la urgencia social y las restricciones económicas, un choque que no solo atraviesa los partidos políticos, sino que también fragmenta a la sociedad chilena. La discusión ha trascendido el plano técnico para convertirse en una batalla simbólica sobre el modelo de desarrollo que Chile quiere adoptar.

Hoy, a tres meses de las declaraciones iniciales y a escasos meses de las elecciones presidenciales, el sueldo vital sigue siendo un tema pendiente, sin consensos claros y con consecuencias palpables en la confianza ciudadana y la agenda política.

En definitiva, la verdad que emerge es doble: por un lado, la necesidad de avanzar hacia mejores condiciones salariales es innegable y urgente; por otro, las limitaciones estructurales del país exigen un debate honesto y realista sobre cómo y en qué tiempos se pueden lograr esos objetivos. El desafío está en encontrar un equilibrio que evite la frustración social sin sacrificar la estabilidad económica.

Este capítulo del sueldo vital no solo refleja un conflicto económico, sino que desnuda las tensiones profundas de una sociedad que busca reconciliar justicia social y pragmatismo en un escenario político cada vez más polarizado.