La crisis de la salud mental de Donald Trump: un peligro que se confirmó con el tiempo

La crisis de la salud mental de Donald Trump: un peligro que se confirmó con el tiempo
Internacional
Estados Unidos
2025-11-20
Fuentes
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- Preocupación médica temprana sobre la peligrosidad del presidente en funciones.

- Impacto político y social de una crisis mental no abordada.

- Debate sobre la capacidad presidencial y la Enmienda 25 como última instancia.

En enero de 2018, la psiquiatra forense Brandy X. Lee lanzó una advertencia que resonaría con fuerza en los años siguientes: Donald Trump presentaba signos claros de una crisis de salud mental que representaba un riesgo para la estabilidad política y social de Estados Unidos. Esta evaluación no surgió de una especulación pasajera, sino de un análisis riguroso realizado por un grupo de expertos que, sin emitir un diagnóstico formal, alertaron sobre la peligrosidad del mandatario en ejercicio.

La reunión privada con congresistas en diciembre de 2017 fue un momento clave. Legisladores de diversas orientaciones políticas se mostraron sorprendidos por la gravedad del estado mental del presidente, coincidiendo en que la situación era una emergencia que requería atención inmediata. Lee describió cómo las investigaciones del consejo especial sobre la interferencia rusa en las elecciones de 2016 desencadenaron una crisis que Trump no pudo manejar, agravando su paranoia y su inclinación hacia la violencia como respuesta al estrés.

Desde entonces, la figura del presidente se vio envuelta en una espiral de conductas erráticas y declaraciones impulsivas, principalmente a través de Twitter, que reflejaban un estado de ánimo frenético y una pérdida progresiva del control. "Su necesidad de expresarse constantemente y sin filtro es una indicación de que se está desmoronando debido al estrés", explicó Lee, señalando que esta dinámica aumentaba el riesgo de decisiones precipitadas con consecuencias potencialmente catastróficas, incluida la amenaza de conflictos armados o incluso un enfrentamiento nuclear.

La controversia no tardó en instalarse en el debate público y político. Mientras algunos sectores conservadores y partidarios de Trump rechazaban categóricamente estas evaluaciones, calificándolas de ataques infundados y negando cualquier problema de salud mental, otros grupos, incluyendo voces académicas y organizaciones de salud, insistían en la necesidad de una evaluación médica objetiva y la aplicación de mecanismos constitucionales para garantizar la gobernabilidad.

Uno de los puntos más álgidos fue la discusión sobre la Enmienda 25 de la Constitución estadounidense, que permite la destitución temporal o permanente de un presidente incapaz de ejercer sus funciones. Aunque Lee aclaró que no era su campo definir la aplicación de esta norma, sí enfatizó la urgencia de una respuesta médica y política basada en la realidad del estado de Trump. El debate trascendió la esfera estadounidense y se convirtió en un tema de interés global, dado el impacto que tiene la presidencia de Estados Unidos en la política internacional.

Desde una perspectiva regional, diferentes estados y comunidades reaccionaron con inquietud y polarización. Las voces ciudadanas reflejaron desde la preocupación profunda hasta la negación o el apoyo incondicional, evidenciando la fractura social que la figura de Trump había profundizado.

A siete años de aquella advertencia inicial, el balance es claro: las predicciones de un empeoramiento y la incapacidad de estabilizar la presidencia se cumplieron. La crisis de salud mental no solo marcó la gestión de Trump, sino que también dejó lecciones sobre la importancia de los controles institucionales, la vigilancia ciudadana y el papel de la comunidad médica en los asuntos públicos.

En definitiva, la historia de Donald Trump como presidente es también la historia de un desafío para las democracias modernas: cómo enfrentar la vulnerabilidad humana en el poder sin sacrificar la estabilidad ni la seguridad colectiva. La verdad, confirmada por el tiempo y las evidencias, es que la salud mental de un líder no es un asunto privado, sino un asunto de interés público que requiere atención responsable y plural.

Fuentes consultadas: La Tercera (2018), análisis de expertos en salud mental, informes legislativos estadounidenses.