
En medio de un escenario político estadounidense aún marcado por las secuelas de las elecciones presidenciales de 2024, Kamala Harris, exvicepresidenta y candidata demócrata derrotada por Donald Trump, ha dejado abierta la posibilidad de volver a postularse a la presidencia en 2028. Durante una entrevista con la BBC en octubre de 2025, Harris afirmó: “No estoy acabada. He vivido toda mi carrera una vida de servicio y está en mis huesos”, sugiriendo que su carrera política no ha terminado.
Este anuncio se produce tras la publicación de su autobiografía "107 Días", que narra la vertiginosa campaña que tuvo que liderar tras la retirada tardía de Joe Biden en julio de 2024. En el libro, Harris revela con crudeza las dificultades internas, la falta de tiempo para consolidar su candidatura y las tensiones con la administración Biden, a la que se distancia públicamente. El libro, presentado en una gira nacional interrumpida por protestas propalestinas, expone también su crítica hacia la política exterior estadounidense, especialmente en relación con Israel y la gestión de la crisis en Gaza.
Desde una óptica política, el regreso de Harris genera opiniones encontradas. Sus partidarios ven en ella una figura resiliente, capaz de aprender de los errores y representar la renovación del Partido Demócrata, especialmente ante la desconexión con la clase trabajadora evidenciada en 2024. Sin embargo, críticos internos y analistas advierten que su imagen quedó desgastada por la campaña apresurada y la falta de una narrativa sólida que la diferenciara de Biden, además de las tensiones públicas con su propio partido. David Axelrod, asesor de Obama, calificó la estrategia del libro como “mala”, por su tono de reproche y falta de autocrítica.
En el plano institucional, la decisión de Donald Trump, actual presidente y rival de Harris, de retirar la protección del Servicio Secreto a la exvicepresidenta en agosto de 2025, refleja la creciente polarización y las represalias políticas que caracterizan la poscampaña. Este gesto ha sido interpretado como un acto de venganza política, generando preocupación entre aliados de Harris y autoridades locales, que cuestionan los riesgos para su seguridad.
Además, Harris ha denunciado públicamente el carácter “fascista y autoritario” del gobierno de Trump, acusándolo de usar las agencias federales para silenciar críticas y atacar a la oposición, lo que intensifica la confrontación política en un país dividido.
En términos sociales, la figura de Harris también es foco de tensiones. Durante su gira de promoción del libro, fue interrumpida por manifestantes propalestinos que la responsabilizaron por la política estadounidense en Medio Oriente, evidenciando cómo las dinámicas internacionales impactan en la percepción pública de los líderes nacionales.
El balance a esta fecha indica que Harris enfrenta un complejo desafío: reconstruir su imagen política en un partido fracturado, responder a las críticas internas y externas, y navegar un ambiente político estadounidense marcado por la polarización y la incertidumbre de cara a las elecciones de 2028.
En definitiva, el regreso político de Kamala Harris se presenta como un escenario cargado de contradicciones y expectativas. Su narrativa de servicio y resiliencia choca con las heridas abiertas en el Partido Demócrata y la hostilidad de un entorno político que sigue marcado por la fractura social y la lucha por definir el futuro de Estados Unidos. Para los observadores, la pregunta no es sólo si Harris volverá a postular, sino qué versión de ella misma y del partido podrá ofrecer para convencer a un electorado cada vez más escéptico y fragmentado.
2025-08-29