
El fin de la lotería? Así se presentó la promesa del nuevo Sistema de Admisión Escolar (SAE) 2026, un proceso que desde agosto pasado ha marcado un hito en la asignación de vacantes en colegios públicos y particulares subvencionados en Chile. El 5 de agosto de 2025 comenzó la postulación al SAE, que dejó atrás la selección aleatoria —popularmente conocida como “tómbola”— para reemplazarla por un algoritmo que considera variables como el RUT del estudiante, el identificador del colegio y otros criterios familiares y territoriales. Esta modificación, acordada durante la tramitación de la Ley de Presupuesto 2025, buscaba responder a una demanda social largamente pendiente: otorgar mayor certeza y justicia a las familias que por años se vieron sometidas al azar para acceder a un establecimiento escolar.
Un cambio técnico con impacto social y político
El nuevo sistema, diseñado por académicos de universidades como la de Chile y la Católica, ha sido recibido con una mezcla de esperanza y escepticismo. Por un lado, expertos como Juan Pablo Catalán, académico de la Universidad Andrés Bello, reconocen que el SAE fue una política necesaria para combatir la discriminación arbitraria en la admisión escolar y que la sustitución de la lotería por un algoritmo que ordena postulantes con base en datos objetivos es un avance. “Miles de familias chilenas esperaron afuera de las escuelas como quien acampa en un teatro donde se sortean futuros”, recuerda Catalán, evocando la angustia y la incertidumbre que marcaban cada proceso.
Sin embargo, la crítica no se ha hecho esperar. La ex subsecretaria de Educación, Alejandra Arratia, y voces desde la derecha política han cuestionado que, aunque se haya eliminado la aleatoriedad, el nuevo método sigue sin incorporar criterios de mérito académico o compromiso con el proyecto educativo del colegio. “El sistema sigue siendo una lotería, solo que ahora la suerte depende del RUT”, señala María Paz Arzola desde Libertad y Desarrollo, apuntando a la persistencia de un factor externo y ajeno a las capacidades del estudiante.
Perspectivas contrapuestas: mérito, equidad y calidad
El debate se instala en un terreno complejo. Por un lado, hay consenso en que la admisión escolar debe ser justa y transparente, evitando prácticas discriminatorias que marcaron el pasado reciente. Pero, por otro, surgen preguntas incómodas: ¿debe el mérito académico ser un criterio para acceder a ciertos colegios? ¿Cómo equilibrar la libertad de elección de las familias con la necesidad de evitar la segregación socioeconómica?
Alejandro Carrasco, decano de la Facultad de Educación UC y parte de la mesa técnica que asesoró el cambio, explica que el sistema contempla criterios de prioridad como hermanos matriculados, estudiantes prioritarios y vínculos laborales con el establecimiento, pero que la incorporación de un quinto criterio voluntario basado en rendimiento académico destacado solo se activa si quedan vacantes tras aplicar los demás. “El sistema debe garantizar libertad de elección, acceso a información clara y una mejora sostenida en la calidad educativa”, afirma, advirtiendo que el SAE es un instrumento de distribución, no una solución estructural a la desigualdad educativa.
Por su parte, Javier González, director de SUMMA, enfatiza que los sistemas de alto rendimiento no deben segregar por productividad, sino que todos los estudiantes pueden desarrollarse en entornos exigentes si se les brinda la oportunidad adecuada. Resalta que en países con oferta homogénea y de calidad, como Finlandia o Canadá, la competencia por colegios específicos se diluye, reduciendo tensiones y desigualdades.
Efectos visibles y lecciones aprendidas
Los resultados del periodo principal de postulación se publicaron entre el 15 y 21 de octubre, y la lista de espera entre el 29 y 30 del mismo mes. El periodo complementario, que se extendió del 12 al 19 de noviembre, permitió a quienes rechazaron asignaciones o quedaron fuera, intentar nuevamente acceder a vacantes disponibles. Los resultados finales se dieron a conocer el 2 de diciembre. Este calendario estructurado ha permitido ordenar el proceso y dar certezas a miles de familias, aunque no ha eliminado la ansiedad y las críticas.
La experiencia del SAE 2026 deja en claro que las transformaciones en políticas públicas educativas requieren no solo cambios técnicos, sino también comunicación efectiva y legitimidad cultural. La falta de evaluaciones formativas tempranas y la ausencia de un diálogo pedagógico amplio dificultaron la aceptación social del sistema en sus versiones anteriores, advierte Catalán.
Verdades incómodas y desafíos futuros
El SAE ha avanzado en eliminar prácticas discriminatorias y en transparentar el acceso a la educación pública y subvencionada. Sin embargo, la percepción de injusticia persiste mientras la oferta educativa siga siendo desigual y la competencia por colegios de excelencia se mantenga alta.
El sistema actual no resuelve las causas profundas de la segregación ni mejora por sí solo la calidad educativa. Como concluye Carrasco, “si no generamos elecciones valiosas para las familias, la percepción de injusticia persistirá”. El desafío para Chile es, entonces, avanzar hacia políticas integrales que eleven la calidad y equidad de la educación en todos los territorios, acompañadas de sistemas de admisión que reflejen esos avances y sean culturalmente validados.
En definitiva, la historia del SAE 2026 es un relato de tensiones y aprendizajes, donde el teatro de la admisión escolar pone en escena a familias, expertos y autoridades en un coliseo donde la educación se juega no solo en las aulas, sino en la justicia y la esperanza de cada niño y niña chilena.
2025-08-04