
El escenario de la tragedia se desplegó en el Circuito O del Parque Nacional Torres del Paine, uno de los destinos más emblemáticos y desafiantes de Chile. En la madrugada del lunes 17 de noviembre, cinco turistas extranjeros —dos mexicanos, una británica y dos alemanes— partieron desde el campamento Los Perros hacia el paso John Garner. Lo que se esperaba como una aventura controlada se tornó en un drama de supervivencia cuando una tormenta de lluvia y viento helado sorprendió al grupo, provocando la muerte por hipotermia de estas cinco personas. La Fuerza Aérea de Chile debió intervenir para rescatar los cuerpos y asistir a 27 personas con lesiones leves.
La respuesta institucional y la investigación no se hizo esperar. La Fiscalía Regional de Magallanes y la Antártica Chilena, a través del fiscal Cristián Crisosto, citó a declarar al director ejecutivo de la Corporación Nacional Forestal (Conaf), Rodrigo Illesca, y a los guardaparques que estaban a cargo el día de los hechos. La investigación busca reconstruir la dinámica de la tragedia, analizar las decisiones tomadas y evaluar el cumplimiento de los protocolos de seguridad. Conaf, por su parte, anunció una investigación administrativa paralela y una revisión profunda de sus procedimientos.
Perspectivas en tensión emergen con fuerza en este episodio. Desde el gobierno regional y nacional, se enfatiza la necesidad de fortalecer la gestión de los parques, mejorar la infraestructura y capacitar a los equipos en terreno para enfrentar condiciones climáticas extremas. Sin embargo, voces críticas advierten que la tragedia pone en evidencia una sobrecarga del turismo en áreas frágiles, donde el aumento exponencial de visitantes no ha ido acompañado de medidas proporcionales de seguridad ni de una planificación sostenible.
“Este lamentable episodio nos obliga a repensar cómo promovemos el turismo en entornos naturales que no perdonan errores ni improvisaciones,” señala un académico experto en gestión ambiental y turismo responsable. En contraste, representantes del sector turístico insisten en que el parque es un motor económico vital para la región, y que la seguridad debe ser responsabilidad compartida entre autoridades y visitantes.
Las voces ciudadanas y familiares de las víctimas también se hacen escuchar, demandando claridad, justicia y cambios concretos. La tragedia ha abierto un espacio para la reflexión colectiva sobre los límites del turismo de aventura y la capacidad real de las instituciones para proteger a quienes se adentran en la naturaleza.
¿Qué se puede concluir hasta ahora? En primer lugar, la causa de muerte confirmada por el Servicio Médico Legal es la hipotermia, producto de condiciones climáticas adversas que, aunque previsibles en la zona, no fueron suficientemente mitigadas. La investigación judicial y administrativa en curso apunta a determinar responsabilidades específicas, pero también a identificar fallas sistémicas en la gestión y regulación de los parques nacionales.
En segundo término, esta tragedia desnuda una tensión profunda entre el deseo de acceso masivo a la naturaleza y la necesidad de preservar la seguridad y el equilibrio ecológico. La expansión del turismo en Torres del Paine debe ir acompañada de una revisión crítica y urgente de los protocolos, recursos y capacitación de los equipos en terreno.
Finalmente, la tragedia invita a un debate más amplio y necesario sobre cómo Chile enfrenta sus espacios naturales protegidos en un contexto de creciente demanda turística y cambio climático. La seguridad en parques emblemáticos no puede ser un tema postergado ni relegado a la improvisación.
“No podemos permitir que la belleza del paisaje o el interés económico nuble la prioridad de la vida humana y la responsabilidad institucional,” concluye un dirigente social de Magallanes.
Este episodio, doloroso y complejo, es un llamado a la acción y a la reflexión profunda sobre el futuro del turismo y la conservación en Chile. La tragedia ya no es solo un hecho aislado, sino un espejo donde se reflejan desafíos estructurales y dilemas éticos que deben ser enfrentados con rigor y urgencia.