La batalla digital en la elección presidencial chilena: un campo de batalla que redefine el poder

La batalla digital en la elección presidencial chilena: un campo de batalla que redefine el poder
Actualidad
Política
2025-11-20
Fuentes
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- Campañas electorales dominadas por redes sociales y ecosistemas digitales

- Conflictos internos y estrategias divergentes en los comandos políticos

- Impacto de la desinformación y la segmentación de audiencias en la polarización política

En el escenario electoral chileno de 2025, la pugna entre los principales candidatos presidenciales ha dejado en evidencia que la verdadera batalla se libra lejos de los mítines y debates tradicionales: en las plataformas digitales. Desde 2017, las campañas de José Antonio Kast han priorizado las redes sociales como su principal campo de acción política, estrategia que le permitió escalar desde un escaso 2% en las encuestas hasta consolidarse como un actor central en la contienda.

Evelyn Matthei, por su parte, enfrentó una crisis interna al ser blanco de una campaña de desinformación que la retrataba con alzhéimer, viralizada desde cuentas anónimas vinculadas a sectores republicanos. Esta ofensiva digital tensionó a la centroderecha, generando debates sobre la judicialización de la campaña y poniendo en evidencia la fragilidad de las coaliciones frente al nuevo paradigma comunicacional.

Mientras tanto, la candidata oficialista Jeannette Jara emergió en redes sociales desde una presencia inicial marginal, con un equipo dedicado a construir una red de cuentas amplificadoras que lograron viralizar contenidos y fidelizar a un electorado joven y activo, superando en interacciones a contendores con mayor base histórica pero menor dinamismo digital.

Desde distintas perspectivas, la batalla digital revela un fenómeno complejo y multifacético:

- En el comando de Kast, la estrategia se concibe como un esfuerzo colectivo donde el candidato, junto a su círculo estratégico, planifica y gestiona los contenidos para maximizar su impacto en cada plataforma, reconociendo la mutación de espacios como TikTok hacia ámbitos cada vez más políticos.

- En el oficialismo, el crecimiento en redes responde a una apuesta por la movilización de seguidores activos, que replican y amplifican mensajes, logrando una presencia masiva y diversa, pero también expuesta a la volatilidad del ecosistema digital.

- En Chile Vamos, la falta inicial de una estructura digital robusta y la tardía reacción frente a la desinformación evidencian un rezago estratégico que pudo haber limitado la capacidad de Matthei para competir en igualdad de condiciones en este terreno.

Este escenario no está exento de tensiones éticas y políticas. La segmentación de audiencias, facilitada por el acceso a datos personales y algoritmos de las plataformas, permite mensajes hiperpersonalizados que pueden exacerbar miedos y polarizaciones. El escándalo global de Cambridge Analytica ha dejado una sombra sobre estas prácticas, aunque en Chile la mayoría de los comandos han optado por gestionar internamente sus bases de datos para evitar riesgos reputacionales.

El caso de Franco Parisi, que mantiene un convenio con una empresa extranjera para potenciar su campaña digital, introduce un elemento adicional de controversia sobre la transparencia y el origen de los recursos y estrategias digitales.

Finalmente, la viralización de contenidos involuntarios o no controlados, como el video que muestra a Jara y Kast en un gesto cotidiano, demuestra la imposibilidad de dominar completamente el flujo de información en redes, donde el humor, la ironía y la manipulación se entrelazan con la comunicación política formal.

En conclusión, la elección presidencial chilena de 2025 se ha convertido en un laboratorio donde el poder se disputa en el terreno digital, con consecuencias visibles en la fragmentación de las derechas, la consolidación de discursos polarizados y la emergencia de nuevos actores y tácticas en la arena pública. La batalla digital no solo redefine quién gana o pierde votos, sino que también pone en tensión los límites de la democracia, la ética y la participación ciudadana en la era de la información.

Este fenómeno invita a una reflexión profunda sobre la necesidad de fortalecer la alfabetización digital, la regulación transparente de las campañas y la construcción de espacios públicos que permitan debates con mayor calidad y menos ruido, para que la política chilena pueda avanzar hacia un modelo más informado y menos manipulado.