
A casi un año del término del gobierno de Gabriel Boric, la escena política chilena se asemeja a un coliseo donde los protagonistas se enfrentan a un último acto cargado de tensiones, desafíos y expectativas. Desde marzo de 2022, el gobierno ha transitado entre la esperanza de renovación y el desgaste propio de una administración que enfrenta escollos internos y externos. La llegada de Aisén Etcheverry al Segundo Piso, en agosto de 2025, simboliza ese esfuerzo por reactivar un equipo debilitado y ordenar un cierre que hasta hace poco parecía esquivo.
El corazón del poder presidencial, tradicionalmente el Segundo Piso de La Moneda, ha visto una constante renovación y una fuga de talentos. Entre renuncias y traslados a campañas presidenciales, la estabilidad del equipo asesor se ha resquebrajado, dejando un vacío político que Etcheverry intenta llenar. Desde su posición, coordina la planificación estratégica para los últimos siete meses del gobierno, en un contexto donde el "síndrome del pato cojo" —esa percepción de un mandatario debilitado en su recta final— amenaza con imponerse.
Una fuente cercana al gobierno señala que esta pérdida de poder es proporcional al desgaste del propio Presidente Boric, quien ha visto cómo su influencia se diluye en medio de crisis internas y escándalos que han marcado la administración. “El Segundo Piso ha ido perdiendo poder progresivamente, al igual que Boric”, comenta un exasesor en off the record.
El gobierno intenta destacar avances como la reforma de pensiones, la Ley de 40 horas y proyectos emblemáticos como "Sala Cuna para Chile" y la apuesta por el hidrógeno verde en Magallanes. Sin embargo, el balance no es unánime.
Desde la oposición, especialmente el bloque Republicano liderado por José Antonio Kast, se enfatiza el fracaso en la gestión económica y la persistencia de problemas de seguridad pública, señalando que “la normalización del país aún está lejos y el gobierno no ha estado a la altura de los desafíos”. Por su parte, sectores del oficialismo reconocen la dificultad de mantener una narrativa positiva frente a la opinión pública, afectada por los escándalos y la falta de cohesión interna.
La candidatura de Jeannette Jara, emergente del oficialismo, añade una capa más de complejidad, pues su ascenso inesperado ha tensionado la relación con el gobierno saliente, que ha mostrado reticencia a apoyarla plenamente, incluso resistiendo desprenderse de figuras clave como Camila Vallejo y Nicolás Cataldo.
Regiones como Magallanes, donde se impulsa el proyecto de hidrógeno verde, ven con esperanza las inversiones y el desarrollo energético, aunque advierten que la continuidad política será clave para consolidar estos avances. Desde las organizaciones sociales, en tanto, se destaca la importancia de los proyectos sociales en curso, pero también se critica la falta de diálogo y la percepción de una administración desconectada de las demandas ciudadanas.
La evidencia muestra un gobierno que, aunque ha logrado avances legislativos y ciertos consensos con la oposición, enfrenta un desgaste profundo que limita su capacidad de proyectar un legado sólido. La estrategia comunicacional liderada por Etcheverry y su equipo busca equilibrar la narrativa para evitar que el cierre se convierta en un epílogo marcado por la crisis.
El desafío mayor será que, tras el 11 de marzo de 2026, cuando el nuevo gobierno asuma, la sociedad chilena pueda evaluar con perspectiva los logros y fracasos de esta administración, más allá de la polarización y la inmediatez mediática.
Este episodio final del gobierno Boric es, en definitiva, un drama político donde se enfrentan la esperanza, la realidad y la memoria colectiva, y donde cada actor juega su rol en la construcción de la historia reciente de Chile.
2025-11-05
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