
El pulso de Gaza sigue sin ceder. Desde agosto, Hamás ha reafirmado su negativa a entregar las armas salvo que se reconozca un Estado palestino soberano con Jerusalén como capital. Esta postura ha erosionado cualquier esperanza de un alto el fuego inmediato y mantiene en vilo a la región y a la comunidad internacional.
La insistencia de Hamás en conservar su arsenal responde a una percepción de resistencia legítima frente a la ocupación israelí, un argumento que encuentra eco en sectores palestinos y en varios países árabes. Sin embargo, esta posición contrasta con la exigencia israelí y de sus aliados occidentales, que consideran el desarme como condición sine qua non para cualquier acuerdo de paz.
En este escenario, las negociaciones indirectas han naufragado, mientras que la crisis humanitaria en Gaza se profundiza. Organismos internacionales alertan sobre una hambruna que afecta a la población civil y denuncian la falta de acceso a alimentos y medicinas. Israel, por su parte, sostiene que no existe un bloqueo intencionado y responsabiliza a Hamás de obstaculizar la entrega de ayuda.
Desde la óptica israelí, el desarme es un requisito para garantizar la seguridad y evitar futuros ataques, especialmente tras el mortal asalto de octubre de 2023, que dejó más de 1.200 muertos y decenas de rehenes. El Teniente General Eyal Zamir advirtió que sin avances concretos en la liberación de rehenes, la ofensiva continuará sin tregua.
En contraste, Hamás y sus simpatizantes defienden que la entrega de armas equivaldría a renunciar a la resistencia y a sus derechos nacionales. Un vocero de Hamás afirmó que "las armas son el último recurso ante un Estado que niega nuestra existencia".
La comunidad internacional se encuentra dividida. Mientras países árabes y la Unión Europea presionan para un desarme previo a la creación del Estado palestino, naciones como Estados Unidos e Israel rechazan esta ruta. Francia, Reino Unido y Canadá han anunciado que podrían reconocer unilateralmente al Estado palestino si no se cumplen ciertas condiciones antes de septiembre, un movimiento que tensiona aún más las relaciones diplomáticas.
Las familias de los rehenes israelíes, por su parte, viven una tragedia paralela, denunciando que Hamás utiliza a sus seres queridos como moneda de cambio y acusándolos de maltrato y hambre. Estas imágenes y testimonios han conmocionado a la opinión pública y aumentado la presión sobre los gobiernos involucrados.
Conclusión: La negativa de Hamás a desarmarse sin la creación previa de un Estado palestino soberano ha convertido el conflicto en un círculo vicioso donde la seguridad y la justicia parecen imposibles de conciliar. Las consecuencias visibles son el prolongado sufrimiento de civiles en Gaza, la persistencia de la violencia y un estancamiento diplomático que ahoga cualquier esperanza de paz inmediata.
Este enfrentamiento, lejos de mostrar señales claras de resolución, expone las profundas contradicciones y la complejidad de un conflicto que no solo es militar, sino también político, simbólico y humanitario. La verdad que emerge es que ningún actor está dispuesto a ceder sin garantías que aún parecen lejanas, y que la comunidad internacional enfrenta el desafío de equilibrar la presión diplomática con la urgencia humanitaria, en un tablero donde cada movimiento puede desencadenar nuevas tragedias.