Pasados ya varios meses desde que el panorama presidencial del oficialismo se reordenara, la breve e intensa carrera de Paulina Vodanovic sigue resonando como un sismo cuyas réplicas aún se sienten en la centroizquierda. Lo que comenzó el 12 de abril como una aclamación unánime en el Comité Central del Partido Socialista (PS), terminó abruptamente 16 días después, el 28 de abril. Más que una simple anécdota electoral, la candidatura fugaz de la senadora y presidenta del PS se ha convertido en una radiografía de las tensiones no resueltas que habitan en el corazón del socialismo chileno: la pugna entre la reivindicación de su identidad histórica y las exigencias pragmáticas de la política de coaliciones.
La proclamación de Paulina Vodanovic no fue un acto improvisado, sino la culminación de un sentimiento largamente incubado en la militancia socialista. Desde que Michelle Bachelet fuera su última candidata en 2013, el partido había cedido el protagonismo presidencial, apoyando a figuras de otras colectividades como Alejandro Guillier en 2017. Esta sequía generó un anhelo de "nacionalismo partidario", un deseo de que el PS, con su peso histórico, volviera a competir con nombre y apellido propio. La frase del alcalde de San Bernardo, Christopher White, durante el comité central, "si perdemos, perdamos con las botas puestas", encapsuló el sentir de unas bases que priorizaban la afirmación política sobre el cálculo electoral.
Sin embargo, la decisión desató de inmediato una tormenta. Apenas proclamada, Vodanovic buscó diferenciarse, declarando: "No somos la continuidad de este gobierno, somos otra cosa". Esta frase, dirigida a marcar un perfil propio frente a la candidatura de Carolina Tohá (PPD) —percibida como más afín al Ejecutivo—, generó la primera fricción pública. Tohá lamentó que esos "motes" vinieran del "propio sector", evidenciando la fractura que la doble militancia en el Socialismo Democrático estaba provocando.
La presión no tardó en escalar. El llamado "establishment socialista", compuesto por figuras históricas como José Miguel Insulza, Isabel Allende y Ricardo Lagos Weber, nunca ocultó su preferencia por Tohá, a quien consideraban la carta con mayores posibilidades de unificar al sector y competir exitosamente. A esta presión política se sumó la cruda realidad de las encuestas, que estancaron a Vodanovic en un magro 1%, y el temor, calificado de "desastroso" por varios dirigentes, de obtener un cuarto lugar en la primaria, por detrás no solo de Tohá, sino también de las cartas del Frente Amplio (Gonzalo Winter) y el Partido Comunista (Jeannette Jara).
Los días que siguieron fueron un hervidero de operaciones internas. Se habló de un "día D" fallido para intentar bajar su postulación en la comisión política y de la creciente preocupación en la bancada parlamentaria por el costo que un mal resultado podría tener en las futuras negociaciones de cupos. La campaña de Vodanovic, además, nunca logró despegar: su sitio web permanecía en mantenimiento y no se conocía un equipo de campaña formal, lo que alimentaba las críticas sobre la falta de viabilidad del proyecto.
El 28 de abril, ante el Comité Central, el mismo órgano que la había proclamado, Vodanovic depuso su candidatura. En una carta, argumentó que las candidaturas "son instrumentos, no son fines" y llamó a construir una plataforma común del Socialismo Democrático para enfrentar el avance de la "ultraderecha".
El episodio dejó al descubierto dos almas que coexisten con dificultad dentro del PS:
Este conflicto no es nuevo. Es el reflejo de la crisis de identidad que vive la centroizquierda post-Concertación. El PS, un partido acostumbrado a liderar, se ha visto en un rol secundario en la última década. La irrupción del Frente Amplio cambió el eje del poder en la izquierda, y el gobierno del Presidente Gabriel Boric ha obligado al PS a navegar entre la colaboración como partido de gobierno y la necesidad de mantener un perfil propio.
La fallida candidatura de Vodanovic es, en esencia, un capítulo más en la lucha por definir el rol del socialismo en el Chile del siglo XXI: ¿es un pilar del orden establecido dentro de una coalición amplia o debe arriesgarse a reafirmar su identidad, aunque ello implique costos electorales a corto plazo?
La carrera presidencial de Paulina Vodanovic ha concluido, pero el debate que la originó está lejos de cerrarse. El Partido Socialista resolvió dar su apoyo a Carolina Tohá, pero la decisión no fue unánime y la "libertad de acción" fue una opción discutida, lo que demuestra que las heridas no han cicatrizado del todo. La tensión entre la militancia de base y la élite pragmática sigue latente y probablemente reaparecerá en las negociaciones parlamentarias y en la definición del programa de gobierno. La candidatura de 16 días no fue solo un tropiezo; fue un síntoma de las preguntas fundamentales que el socialismo chileno aún debe responderse a sí mismo.