
El 31 de julio de 2025, la administración de Donald Trump oficializó una nueva orden ejecutiva que modificó el esquema arancelario de Estados Unidos, generando un temblor en las relaciones comerciales globales. Esta decisión, que entró en vigencia el 7 de agosto, impone tasas de hasta 15% para 40 países, mientras que otros enfrentan tarifas aún más altas. Chile, uno de los principales proveedores de cobre a la potencia norteamericana, quedó en el epicentro de esta tormenta, aunque con un respiro inesperado: el cobre en su forma primaria no fue gravado con el arancel del 50% que inicialmente se temía.
La cronología de este pulso comenzó en abril, cuando Trump anunció un listado extenso de aranceles que luego suspendió temporalmente, dando paso a una tregua con fecha límite en julio. En ese lapso, más de 50 países negociaron para rebajar las tasas, logrando acuerdos parciales o treguas, como el Reino Unido con un 10% en lugar del 20%, o China con un 30% tras intensas discusiones.
Sin embargo, la extensión de esta tregua hasta el 1 de agosto no calmó las aguas. El anuncio de un arancel del 50% para productos de cobre semiacabados y derivados intensivos en cobre generó alarma en Chile y el mercado internacional, elevando el precio del metal rojo a máximos intradía. La posterior aclaración de que el cobre en bruto chileno quedaba exento alivió la tensión, pero dejó abierta la puerta a futuros aumentos, con evaluaciones pendientes para 2026 y 2027.
Desde la perspectiva chilena, el ministro de Hacienda, Mario Marcel, destacó que 'esta decisión refleja que, como principal proveedor, no amenazamos la seguridad de EEUU y somos un socio confiable.' Sin embargo, reconoció que las negociaciones continúan y que el umbral del 10% no es un mínimo sino un máximo que se busca reducir.
En el tablero internacional, las reacciones no han sido unánimes ni complacientes. En Europa, el acuerdo con Trump fue calificado como una 'sumisión' y un 'día oscuro' por líderes como François Bayrou y Viktor Orbán, evidenciando la fractura en la Unión Europea frente a la presión estadounidense.
Brasil, afectado con un arancel del 50%, acusa un uso político de estas medidas, mientras que otros países como Canadá y México negocian prórrogas y excepciones.
Este escenario desvela un uso estratégico de los aranceles como herramienta de negociación geopolítica, más que como mera política comercial. La volatilidad del mapa arancelario global obliga a países como Chile a maniobrar con cautela, buscando preservar su acceso a mercados clave sin sacrificar sectores sensibles.
En conclusión, la redefinición arancelaria estadounidense es un recordatorio de la fragilidad de los acuerdos comerciales en un mundo donde la política y la economía se entrelazan con fuerza. Chile, aunque logró esquivar el golpe directo al cobre, debe prepararse para un futuro de negociaciones complejas y condiciones cambiantes. La certeza hoy es que nada está escrito en piedra y que la diplomacia económica será clave para navegar este nuevo capítulo en las relaciones comerciales internacionales.
2025-11-12
2025-11-12