
En un episodio que parecía sacado de un drama político, el 1 de agosto de 2025, el entonces presidente Donald Trump ordenó el despido inmediato de Erika McEntarfer, la responsable de las estadísticas laborales de Estados Unidos. Este acto ocurrió justo después de la publicación de datos que mostraban una creación de empleo débil en julio, con solo 73.000 nuevos puestos de trabajo, muy por debajo de los 106.000 esperados, y un aumento en la tasa de desempleo al 4,2%.
Desde la perspectiva de Trump, este informe no era solo un número: era un instrumento político. “Me acaban de informar de que las cifras de empleo de nuestro país están siendo elaboradas por una persona designada por (Joe) Biden, que falsificó las cifras antes de las elecciones para intentar aumentar las posibilidades de victoria de Kamala (Harris)”, afirmó en su plataforma Truth Social, acusando a McEntarfer de manipulación y exigiendo su reemplazo inmediato por alguien "mucho más competente y calificado".
Este enfrentamiento pone en el centro del debate la credibilidad y la independencia de las instituciones encargadas de generar datos oficiales. Para sectores conservadores y simpatizantes de Trump, la desconfianza hacia las cifras tiene raíces profundas y refleja una supuesta politización de la información estadística. En contraste, expertos en economía y estadística advierten que la manipulación de datos oficiales es una acusación grave que requiere pruebas sólidas, y que la destitución abrupta sin procesos claros puede socavar la confianza pública en el sistema.
En paralelo, la gobernadora de la Reserva Federal, Adriana Kugler, anunció su renuncia meses antes de finalizar su mandato, en un contexto de tensiones internas en el banco central entre Trump y Jerome Powell, presidente de la Fed. Kugler destacó en su despedida el desafío de mantener un mercado laboral sólido y precios controlados, un equilibrio difícil en tiempos de incertidumbre económica global.
Desde una mirada regional, la repercusión del despido y las acusaciones se sintieron también en América Latina, donde la estabilidad de las cifras laborales estadounidenses tiene impacto directo en las economías dependientes de las exportaciones y remesas. Analistas locales advierten que la incertidumbre política en Estados Unidos puede traducirse en volatilidad para mercados emergentes.
En el plano social, voces ciudadanas expresaron preocupación por la politización de datos que deberían ser objetivos y técnicos. “Cuando la información económica se convierte en arma política, todos perdemos”, señaló un economista chileno consultado para este análisis.
Este episodio, lejos de cerrarse con el despido, abrió una caja de resonancia sobre la relación entre política, estadísticas y confianza pública. La verdad que emerge es que la independencia de las instituciones técnicas es tan frágil como esencial para la salud democrática y económica.
En conclusión, este conflicto expone una realidad incómoda: la manipulación o la percepción de manipulación de datos oficiales puede erosionar la confianza ciudadana y aumentar la polarización política. La salida de McEntarfer y la renuncia de Kugler son síntomas de un sistema en tensión, donde la política y la técnica se enfrentan en un juego de poder con consecuencias reales para la economía y la sociedad. La lección es clara: la transparencia, la verificación rigurosa y la pluralidad de voces son indispensables para sostener la credibilidad de las cifras que moldean decisiones y expectativas en todo el mundo.
2025-11-12
2025-11-12