
En el verano de 2025, la industria de las criptomonedas en Estados Unidos experimentó un punto de inflexión que, semanas después, revela un entramado de tensiones, promesas y riesgos. El informe de 160 páginas presentado por la Casa Blanca en agosto, conocido como la "biblia regulatoria" cripto, es el resultado de un grupo de trabajo impulsado por el presidente Donald Trump tras su regreso a la Casa Blanca en enero. Esta hoja de ruta propone un marco jurídico para las criptomonedas, que incluye la división clara de competencias regulatorias y la apertura para que bancos negocien con criptoactivos, entre otras medidas.
El documento recomienda que el Congreso apruebe la Ley CLARITY, ya ratificada en julio, que establece una taxonomía para criptoactivos y divide la supervisión entre la Comisión de Bolsa y Valores (SEC) y la Comisión de Comercio de Futuros (CFTC). Para sus promotores, este paso es la culminación de un cambio de mentalidad en Washington, donde la administración Biden había impuesto una regulación estricta y fragmentada que, según ellos, frenó la innovación.
Charley Cooper, ex director de operaciones de la CFTC, señala que "la industria de las criptomonedas vio un aliado en Trump, quien abrió la puerta a un enfoque actualizado y mejor". Sin embargo, advierte que "todavía hay mucha madera que cortar" y que el proceso legislativo sigue lento.
El giro regulatorio no está exento de controversias. Para organizaciones como Accountable.US, la hoja de ruta representa un intento de Trump y sus aliados para eliminar salvaguardias que protegen a los inversores, favoreciendo intereses personales y de la industria.
Tony Carrk, director ejecutivo de Accountable.US, afirma que "este informe es poco más que una lista de deseos de la industria enmascarada como política gubernamental". La crítica se centra en que la flexibilización podría aumentar la exposición a fraudes y volatilidad, especialmente para inversores minoristas.
Aunque el epicentro de la discusión es Washington, la influencia del plan se extiende más allá. La consolidación de Estados Unidos como potencia cripto tiene efectos en mercados emergentes y en la geopolítica financiera global. La apertura a las finanzas descentralizadas plantea desafíos para la supervisión internacional y la cooperación regulatoria.
Desde la reelección de Trump en noviembre, sus empresas han lanzado múltiples productos relacionados con criptomonedas, desde memecoins hasta servicios de minería y billeteras digitales. Esta convergencia entre poder político y negocios privados añade una capa de complejidad y conflicto de intereses al debate.
La hoja de ruta cripto de Trump marca un punto de inflexión en la regulación estadounidense, que podría definir el rumbo de la industria en la próxima década. La claridad regulatoria y la apertura a la innovación son avances innegables, pero también exponen tensiones entre el impulso económico y la protección de los ciudadanos. La narrativa que emerge no es un consenso, sino un escenario de desafíos donde se enfrentan visiones de progreso tecnológico, riesgos financieros y dinámicas de poder.
Para quienes siguen el pulso de las criptomonedas, el desafío es leer más allá de las promesas y entender las consecuencias concretas que, con el tiempo, definirán quién gana y quién pierde en esta nueva era financiera.
2025-11-12
2025-11-12