
El 1 de agosto de 2025 marcó un antes y un después en la economía mundial. Estados Unidos implementó un conjunto masivo de nuevos aranceles unilaterales que afectan a exportaciones de cerca de 200 países, con tasas que oscilan entre el 10% y hasta el 50%, según la relación bilateral y motivos políticos. Este movimiento, impulsado por el expresidente Donald Trump, representa un desafío frontal al orden de comercio globalizado que Washington mismo promovió durante décadas.
La medida no fue una sorpresa total, pero sí un golpe de efecto final tras meses de negociaciones, amenazas y retrocesos. El decreto entró en vigor el 7 de agosto, consolidando un sistema de aranceles que no distingue entre aliados tradicionales y competidores. Países como Canadá y la Unión Europea, que esperaban acuerdos compensatorios, quedaron atrapados bajo impuestos de hasta 35%, mientras que Brasil recibió un gravamen récord del 50%, motivado por razones políticas internas en Estados Unidos.
Desde una perspectiva política, los aliados de Trump celebran la medida como una defensa necesaria de los intereses nacionales, argumentando que la globalización había dejado a Estados Unidos en desventaja. En contraste, gobiernos y actores económicos de países afectados denuncian un acto de proteccionismo agresivo y unilateral que pone en riesgo la estabilidad del sistema multilateral.
Para América Latina, la situación es compleja. México logró una prórroga tras una llamada entre Trump y la presidenta Claudia Sheinbaum, evitando así un aumento inmediato, pero la incertidumbre persiste. Brasil, en cambio, sufre la tarifa más alta del mundo, un castigo que trasciende lo comercial y se inscribe en disputas políticas internas y diplomáticas.
Desde el sector empresarial y académico, las opiniones se dividen. Algunos expertos señalan que el aumento en los ingresos por aranceles ha sido notable, con una recaudación que se triplicó en julio respecto al año anterior, mientras que otros advierten sobre señales preocupantes: inflación creciente, desaceleración del crecimiento y el fantasma de la stagflación.
Jason Furman, exasesor económico de la Casa Blanca, describió la situación como una mezcla peligrosa de crecimiento lento e inflación persistente, que podría derivar en una recesión global si las tensiones comerciales no se resuelven.
Para Canadá, la imposición de un arancel del 35% en productos no cubiertos por el USMCA representa un duro golpe, especialmente tras la frustración por la falta de un acuerdo que evitara estas medidas. La amenaza de represalias y la erosión de la confianza en las negociaciones bilaterales han aumentado la incertidumbre regional.
La administración estadounidense, por su parte, mantiene un discurso de firmeza. Desde la Casa Blanca se señala que estos aranceles corrigen una “injusticia” histórica y buscan equilibrar la balanza comercial, abriendo paso a lo que denominan una “nueva era” para la economía estadounidense.
Sin embargo, la comunidad internacional observa con cautela. La fragmentación del comercio y la multiplicidad de excepciones y prórrogas configuran un mapa global de incertidumbre, donde la confianza en reglas claras y previsibles se ha visto erosionada.
En definitiva, la era de los aranceles de Trump ha puesto en jaque la arquitectura del comercio global, reavivando debates sobre soberanía económica, proteccionismo y multilateralismo. Las consecuencias a largo plazo todavía están por verse, pero el escenario actual invita a una reflexión profunda sobre las dinámicas de poder, la interdependencia económica y los riesgos de un mundo más fragmentado y volátil.
Este episodio nos recuerda que, más allá de las cifras y los discursos, las decisiones en el terreno comercial tienen impactos concretos en las sociedades, las economías y las relaciones internacionales. La pregunta que queda en el aire es si el mundo podrá encontrar un nuevo equilibrio o si esta ruptura marcará el inicio de un ciclo de conflictos y desacuerdos que afectarán a generaciones futuras.
2025-11-12
2025-11-12